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Fragmento 3:
Desapareció sin aviso. Un día estaba. Al siguiente, el casco emitía un pitido seco al intentar conectar. Pregunté, discretamente, en el módulo técnico. Me dijeron que había sido trasladado. Nivel superior, dijeron. Nadie volvió a mencionarlo.
Me emparejaron con otro al día siguiente. Parecido en complexión, en tono de voz. Pero distinto. Nunca se reía. Nunca dejaba interferencias en la señal.
Yo, en cambio, empecé a sabotear los emparejamientos. Dejaba fragmentos de código suelto, pensamientos cruzados, pequeños errores en los paquetes de datos. Nada grave. Solo lo justo para que me reprogramaran. Para que me asignaran un protocolo nuevo. Algo más cerca del ruido, de lo que tuvimos.
Pero nunca funcionó. Porque él —y esto lo supe demasiado tarde— no era especial por lo que compartimos. Sino por lo que no pudimos terminar de decirnos.
©Nitrofoska