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Fragmento 1:
Nos conectaron el día diez, justo después del chequeo de rutina. Entré en la sala sin hacer preguntas. Seguí las instrucciones. Me habían hablado del acoplamiento, de los protocolos de seguridad emocional, del filtrado de impulsos. Pero nadie te explica lo que se siente cuando el casco se cierra y, de repente, no eres tú sola dentro de tu cabeza.
El primer beso no fue un beso. Fue una invasión leve, como una canción antigua mal grabada. Vi imágenes suyas —o eso creo—: una mujer de espaldas en un muelle, un edificio ardiendo, un perro con una oreja rota. Cosas inconexas. Luego vinieron mis recuerdos, deformados, devueltos como si fueran suyos. Me mareé.
Él alzó la mirada y sonrió, casi como si también supiera que aquello era un error necesario. No dijimos nada. No podíamos. Y en ese silencio, supe que seguiría conectándome.
©Nitrofoska