Dice
mi padre que los chinos han llegado a la cara oculta. Pero no creo
que sea verdad, mi padre inventa mucho. Por darse importancia. O por
hablar de algo, no sé, el caso es que no para de inventar. Dice mi
padre que los chinos van a montar fábricas de armamento ahí, en la
cara oculta. No armamento convencional, bombas, misiles ni nada de
eso, sino armas digitales,
emocionales por decirlo así, armas con las que podrán
alterar nuestra voluntad, diseñar nuestra imaginación y manipular
nuestros deseos. De forma que pronto algunos artistas, como Luis
Miguel o Brad Pitt querrán ser amarillos en lugar de blancos, como
Michael Jackson pero a lo chino. Va a ser un guirigay de colores,
dice mi padre.
Creo
que mi padre dice lo de la cara oculta porque quiere hablar de cosas
que nunca se tratan en la familia, acontecimientos que han
permanecido ocultos desde siempre, molestos incidentes
a los que mi madre se refiere en voz baja y entornando los ojos, como
si hablase de un difunto cuyo cadáver, aún caliente, estuviera
presente entre nosotros.
Es
por eso que mi padre dice que los chinos han llegado a la cara oculta
de la luna, porque en mi familia nunca se ha hablado de ciertas
cosas. De la ciencia y eso sí, de los avances de la ciencia me
refiero, de los planetas y las galaxias, de los microbios y los virus
y la física cuántica y los número primos. Pero cuando mi hermana
Lucía se quedó embarazada con doce años nadie dijo nada. Ella
solía dormir la siesta en el regazo de mi abuelo, pero yo en ningún
momento escuché un solo comentario de desaprobación o de disgusto
cuando se supo que estaba embarazada, es más, tanto mi hermana Lucía
como mi abuelo siguieron cenando cada noche en el comedor con la
familia. Tres semanas más tarde mi hermana se ausentó por un par de
días y al regresar ya no estaba embarazada. Por eso digo lo de la
cara oculta.
Dice
mi padre que los chinos quieren hacer una copia de la luna, que para
eso han ido hasta allí, para
clonar
la luna en la tierra. No sé dónde la van a meter, me parece que es
un poco grande,
pero cualquiera le dice eso a mi padre. Es que mi padre tiene una
percepción bastante particular de los
tamaños y las
distancias. Recuerdo un
día en que al
ir a aparcar
el
coche en
el
garaje, la puerta batiente quedó a media asta, bloqueando la
entrada. Mi padre decía que el
coche
pasaba con holgura. Mi madre le dijo: "Pero qué dices, no
entras ni en broma", y
eso fue lo que le espoleó definitivamente. Mi padre metió la
primera y así,
despacito, fue hacia el
batiente entornado del
garaje. Se veía de lejos que se lo
iba a tragar, pero él siguió adelante, imperturbable, con velocidad
constante hasta que la puerta de metal del garaje se incrustó en la
luna delantera del coche. Claro que antes del choque, mi madre y yo
ya habíamos saltado. Mi hermana Lucía no, se quedó en el asiento
de atrás, quieta en un rincón con la mirada fija
en ninguna parte.
Mi madre gritaba despavorida
y repetía: "Estás loco, estás loco". Mi padre, por su
parte, se agachó en su asiento para
que el portón de metal no le rebanara la cabeza y
siguió apretando el acelerador. La
chapa del coche
chirriaba, las ruedas giraban frenéticas
en el aire, el
motor rugía por el esfuerzo.
La puerta del garaje quedó bien hundida en el coche. La luna
desapareció, hecha añicos. Esa noche cenamos en silencio en la cara
oculta.
Lo de mi abuelo y mi hermana
Lucía fue algo serio, trajo cola. Recuerdo una noche en la que mi
madre estaba cocinando una pieza de carne que le había traído el
vecino del tercero, el tuerto, el que trabaja en un mercado
mayorista. A mi madre le gusta cocinar por la noche. Cuando todos
están en sus respectivos dormitorios ella se atrinchera en la cocina
y enciende un programa de radio en el que los oyentes telefonean
y charlan sobre sus inquietudes con la locutora, que tiene una voz
susurrante, hipnótica,
cautivadora. Yo suelo hacer como que no puedo dormir y me voy a la
cocina para que mi madre me prepare una infusión de tila y así
poder escuchar la voz de esa hermosa locutora. Aquella noche
me senté junto a la radio mientras mi madre me preparaba la
infusión. Entonces entró mi abuelo. Le dijo algo a mi madre, no sé
muy bien el qué, porque yo estaba pendiente de mi locutora, pero a
mi madre no debió gustarle lo que decía mi abuelo, porque...
(sigue en mi próxima compilación de relatos LA CARA OCULTA) Lamento hacerles esperar, mis amados seres humanos, pero creo que la lectura de estos relatos resultará más interesante en su conjunto. El nivel de vuestra felicidad se elevará en el aire como un luminoso meteorito libre.
Que tengan un muy buen día, y no se olviden de sonreír.
© Max Nitrofoska
Puedes leer uno de mis relatos completos haciendo click en el siguiente enlace:
POLVO DE ETERNIDAD