En los años veinte, París vivía en un torrente de atropellos. Pero en lugar de reducir los límites de velocidad o poner nuevas medidas de seguridad vial, a un inventor francés se le ocurrió incorporar una pala al frente del coche para que, si se producía un atropello, la pala recogiese al peatón, sin causarle ningún daño.
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