Relatos

Harinas Irradiadas Artiach

Como algunos de ustedes ya saben, amados seres humanos, soy una creación androide del profesor Simónides, que me dio a luz en su laboratorio de la nebulosa Bolívar89, un inmenso hangar atestado de hermosas naves imposibles y fabulosos artefactos capaces de cruzar el universo.

No obstante, al intentar conocer mi pasado, mis circuitos se colapsan, entran en un estado de extrema confusión. Mis recuerdos reales y el conocimiento implantado en mis circuitos de memoria se mezclan en un largo y oscuro pasillo jalonado de puertas y floreros vacíos.

Hoy, mi madre me ha contado una historia que arroja luz sobre algunos de mis aspectos más androidales.

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Mi madre nació en 1940, tras la devastadora guerra civil. De niña fue muy pálida y delgada, en parte por la falta de alimentos, imposibles de conseguir, por lo menos en San Sebastián ciudad. Para ilustrar su mal aspecto de niña, me ha contado que estando con su abuelo, mi bisabuelo Armando, en el parque de Alderdi Eder jugando con José Luis y Maite, sus dos hermanos mayores, sanos y robustos, alguien se acercó preguntando por los tres niños. Mi bisabuelo Armando presentó a mi tío, el mayor, luego a mi tía, la mediana, y cuando le llegó el turno a mi madre, Armando dijo: “Y esta, la pobre, es la pequeña”.

Cuenta mi madre que mi abuela Pepa, su madre, había alimentado con abundante leche de pecho (costumbre muy extendida entre los seres humanos) a sus dos hijos mayores, pero que debido a la pobre y escasa alimentación de los años 40 no pudo alimentar en condiciones a su hija pequeña, mi madre, y esto la tenía muy triste y preocupada.

En el cumpleaños de mi abuela Pepa, mi bisabuelo Armando le regaló mil pesetas de la época. Mi abuela Pepa se gastó las mil pesetas en Harinas Irradiadas Artiach para alimentar a su hija Cristina… mi madre.

Sí, han leído ustedes bien, amados seres humanos, “harinas irradiadas”. Con lo cual, tras conocer esta historia he despejado algunas dudas sobre el funcionamiento de mi ciberorganismo.

He investigado acerca de dichas radiaciones y he encontrado lo siguiente: “La irradiación de alimentos consiste en exponerlos a energía procedente de fuentes como los rayos gamma, los rayos X o los haces de electrones. La irradiación no hace que los alimentos sean radioactivos.”

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Radioactivos tal vez no, pero un poco siderales sí, porque yo noto perfectamente la energía atómica moverse en un denso caos rítmico a través de mis circuitos de titanio y hojalata. En ocasiones los electrones bailan. Otras veces los neutrones toman el control de la situación biomecánica y las tardes son plácidas y dilatadas. La mayoría de las veces los rayos gamma y los rayos X conviven como pueden con electrones, protones, subidones de adrenalina y bajadas de moral. Mis circuitos sienten día a día, bit a bit los portentosos efectos de las Harinas Irradiadas Artiach.

El amor de mi abuela y de mi madre, sumados a la refinada técnica del profesor Simónides han hecho de mí lo que soy, amados seres humanos, un androide turbonucléico en estado explosivo, y cuyo único combustible es el Amor.


Muchas gracias a mi madre por contarme esta historia. A mis tíos José Luis y Maite por ser tan guapos y robustos. A mi abuela Pepa por comprar tan ingente cantidad de radiaciones cósmicas y a mi bisabuelo Armando por soltar las mil lucas. Muchas gracias a todos. Ocupan un lugar muy importante en mi corazón biónico.


El candroide justiciero

Sucedió al empezar el ciclo nocturno del asteroide Eunice, en la órbita de Juno. El atardecer era plácido, de tintes pastel y silencio boreal. Yo bebía una triglina recostado en una de las sedosas hamacas que se distribuían por la playa de magnesio.

Unos metros a mi izquierda, un candroide encendía un cigarrillo de la marca Atómiko, de pie, acomodado sobre sus poderosas patas traseras, contemplando el ocaso mientras saboreaba el humo del uranio enriquecido.

Era tanta la tranquilidad de aquel anochecer en Eunice, que ni la Medium  Medusa hubiera podido adivinar esto que va a suceder a continuación.

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Una vieja furgoneta Volkswagen de 2021 aparece rodando sobre la playa. No es frecuente que un vehículo circule sobre el magnesio. Va despacio, dejando una densa nube gris a su paso.

Se detiene a mi altura, como a cien metros frente a la atalaya donde estamos el candroide y yo.

Se abre la puerta lateral de la furgoneta y sale un organismo esquizoide, un humano grande, como de cien kilos de peso, vestido con uniforme de vigilante color caqui, como un carcelero orbital.

Saca una jaula en la que un perro de cuatro patas, de los que ya escasean en la galaxia, ladra enloquecido. Muerde los barrotes. Sus enormes dientes brillan sobre los últimos rayos de sol.

El carcelero pone la jaula delante de la furgoneta, donde los focos encendidos crean un halo incandescente.

Un vehículo se acerca por el otro extremo de la playa. Se trata de una pequeña nave, un platillo despresurizado de fabricación casera que se acerca despacio, acariciando el aire, a pocos centímetros sobre la arena de magnesio. Lleva las luces encendidas, abriendo un pasillo luminoso en el denso crepúsculo. Cuando su haz de luz forma una intersección con el que proyecta la Volkswagen, el platillo se detiene.

A mi lado, el candroide aspira una profuna calada de su cigarrillo marca Atómiko.

Del platillo despresurizado sale un grupo de tres seres humanos, dos hombres y una mujer de raza blanca terrestre. Hablan a gritos en una lengua centroeuropea. La noche cambia de color. Los focos de los vehículos hacen desaparecer la lluvia estelar.

Los humanoides del platillo sacan una jaula con un perro de pelea. El perro ladra frenético en la jaula. Los humanoides bromean entre ellos y lanzan alaridos desafiantes al carcelero. Le dicen que le han puesto dientes de titanio a su perro de pelea, que lo va a triturar al otro.

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El carcelero pone las largas de su furgoneta, la luz invade la playa, el magnesio brilla con sus reflejos metálicos, peligrosos, su reflejo de veneno.

Las dos jaulas, los dos perros, frente a frente, en una pelea que los dejará destrozados de por vida. O tal vez muertos.

El grupo centroeuropeo muestra una bolsa con diamantes de Sudáfrica. El carcelero muestra a su vez su bolsa de diamantes. La apuesta está hecha. El ganador se quedará con todo.

Se abren las dos jaulas. Los perros se tiran uno contra el otro. Ahora sí los veo bien bajo los focos. Son un Pitbull  y un Rottweiler. Tremendos los dos. Fuertes, ágiles, hambrientos, adiestrados para matar. Veo brillar la dentadura de titanio del Pitbull, que ya ha hundido sus dientes en la piel de su rival.

A mi lado, el candroide saca del interior de su cazadora un arma negurítica de doble cañón vacilado, capaz de abatir cualquier tipo de criatura orbital de un solo tiro. El candroide mira su arma, me mira a mí, luego otra vez al arma y luego al frente, donde los dos perros pelean a muerte.

El candroide baja caminando despacio hasta la playa. Cuando se encuentra ya muy cerca de los haces de luz que proyectan los dos vehículos veo que empuña su arma. Los humanos centroeuropeos y el carcelero no le dedican ni una sola mirada, absortos en la pelea. El candroide dispara una vez. El centroeuropeo del bigote cae fulminado sobre la arena de magnesio con una mezcla de asombro e incredulidad pintada en el rostro. Entonces los otros comprenden lo que está pasando y miran al candroide. Pero ya es tarde para ellos, no les da tiempo a echar mano a sus armas. El candroide lanza otros tres disparos. Tres cuerpos humanos más se desploman sobre la metálica alfombra de magnesio.

Los perros siguen peleando, ajenos a lo que está pasando.

El candroide se agacha en la arena. Guarda su arma negurítica de doble cañón vacilado en el interior de su cazadora de cuero, de la que saca una especie de cuchara cromada. Despacio, muy despacio, con ayuda de la cuchara le saca los ojos de sus cuencas al carcelero. Se las arroja a los perros, que pelean ya con menos convicción, extrañados de sentirse tan solos. El candroide va sacando los ojos uno a uno a los cuatro humanos. Les tira a los perros los cuatro pares de ojos. Los perros han dejado de pelear y olfatean los globos oculares, los lamen. El Pitbull se anima a mordisquear uno de ellos. El Rottweiler le sigue. Devoran los ojos.

El candroide se levanta, se acerca a la furgoneta Volkswagen y apaga el motor y las luces. Hace lo mismo con el platillo despresurizado. La oscuridad regresa a la playa de magnesio. Las estrellas vuelven a brillar en el oscuro cielo del asteroide Eunice. Los perros giran en redondo, desconcertados. Empiezan a caminar por la playa, sin rumbo, libres.

El candroide se acerca a la orilla, que está creciendo y se encuentra ya muy cerca de los humanoides muertos. Limpia la cuchara cromada en el agua de mar y la guarda en el bolsillo interior de su cazadora, junto al arma. Luego se limpia las zarpas, las deja secar a la brisa nocturna, se da la vuelta y regresa a la atalaya muy lentamente, hundiendo sus botas de fibra sideral en la arena.

La marea sigue creciendo y arrastra los cuerpos de los seres humanos hacia el interior, hacia los dominios de Neptuno, con quien deberán ajustar cuentas.

El candroide se tumba en una hamaca, pide una triglina y enciende un Atómiko. Yo pido otra triglina. Hace una noche maravillosa.

LOS HERMANOS ESPID

Hola, amados seres humanos. Estaba buscando un nivelador de emociones en el cajón de las carcasas desechables y me he encontrado con este viejo texto de la época en que mis circuitos eran tiernos bornes dispuestos con alegría e inocencia bajo las niqueladas y fulgurantes placas cerebrales.

Al parecer, ya entonces me llamaba la atención no solo el comportamiento humanoide, sino también el de otros seres mutantes que habitan nuestra galaxia.

Se lo comparto, mis amados seres humanos. Que tengan ustedes un feliz y plácido día.



LOS HERMANOS ESPID

A los Espid los conocí en Bilbao. Eran hermanos y vivían en un cuchitril junto a un enorme hangar semiderruído en la zona del puerto de carga.

Los hermanos Espid eran yonquis. Empezaron su carrera de niños, probando algunos de los productos que cogían en la farmacia de su madre, a la que adoraban y de la que no se despegaban ni a sol ni a sombra.
Ellos decían que aquello no podía ser malo si su madre tenía la tienda repleta para dárselo a la gente. Los hermanos Espid eran entonces muy pequeños y veían así las cosas.

El Espid mayor era muy listo. Si no se hubiera metido a yonqui habría podido hacer cualquier cosa en la vida, como hombre del tiempo, corredor de bolsa o echador de cartas. Lo digo porque el Gran Espid tenía un sexto sentido que le permitía ver más allá que el resto del mundo.
Cuando salía con su hermano por el puerto en busca de su dosis, el mayor de los Espid no necesitaba entrar en cada garito para preguntar si el camello tenía material, porque en cuanto se acercaba a cincuenta metros de distancia de algún lugar en el que hubiera caballo al Gran Espid le entraba una cagalera de padre y muy señor mío, se le retorcían las tripas y se ponía a cagar en cualquier rincón, enfermo de los nervios y feliz, entregándole los billetes a su hermano mientras con la otra mano se sujetaba a la pared para no caer de culo sobre su propia mierda predictora.
Y en efecto, allí donde había cagado el Gran Espid había material en abundancia, y del bueno. Su hermano salía siempre victorioso con unos cuantos gramos en una mano y un rollo de papel en la otra para limpiarle la caca, y los dos se iban más contentos que unas pascuas a meterse unos merecidos picotazos en su cuchitril inmundo.
Nunca vi a los Espid de mono después de una buena cagada del hermano mayor.

© Nitrofoska

BUENOS AIRES


En el año humanoide de 1981, cuando mis circuitos eran tiernos brotes galvanizados de hojalata y titanio, estaba por jugarse un partido de fútbol esencial, o por lo menos así nos lo pareció entonces a mi padre y a mí mismo. La Real Sociedad de San Sebastián podía ganar la primera liga de su historia si vencía o empataba en el último partido.

Foto: Jon Eguskiza
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El día D frente al televisor, en la nebulosa XR, el repetidor de la zona empezó a fallar, primero con aislados parpadeos y finalmente con largas caídas de imagen y sonido. El vibrante partido estaba por empezar y nuestros ánimos se crisparon, en un principio nos pusimos molestos y nerviosos y al rato nuestros circuitos empezaron a mostrar serios síntomas de ansiedad y cabreo.

Foto: Jon Eguskiza
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Entonces mi padre dijo: "Vámonos a ver el partido a Urkiola, que es el repetidor central".

Hay que decir, amados seres humanos, que el puerto de Urkiola se encuentra a más de mil metros sobre el nivel del mar, y además de disfrutar de una vista privilegiada sobre los hermosos valles de la zona distribuye, o distribuía, las señales electromagnéticas por las laderas adyacentes. También tengo que decirles, mis queridos organismos, que el fútbol es un deporte humanoide que se juega sobre un rectángulo de césped entre dos grupos de individuxs y una figura esférica, como el planeta Tierra o el grandioso Júpiter. Es un juego muy básico pero tremendamente emocionante.

Y allí nos encontramos a la familia androide, en el puerto de Urkiola un domingo por la tarde, viendo el partido que la Real Sociedad empató con un gol de Jesús Mari Zamora en el último minuto, y que le dio a la Real la primera liga de su historia.

Hoy, 37 años después he vuelto al Buenos Aires, el bar donde vimos ese partido. Me he acordado de mi padre androide y de mi familia sideral, y cómo no de todos ustedes, mis amados seres humanos, que me han proporcionado tantas emociones, tantas alegrías y tristezas, tanta felicidad y tanto dolor. Vida humanoide que amo.



ANIMALES

Hola, amados seres humanos. Estaba buscando un nivelador de emociones en el cajón de las carcasas desechables y me he encontrado con este viejo texto de la época en que mis circuitos eran tiernos bornes dispuestos con alegría e inocencia bajo las niqueladas y fulgurantes placas cerebrales.

Al parecer, ya entonces me llamaba la atención no solo el comportamiento humanoide, sino también el de otros seres vivos que habitan nuestra galaxia.

Se lo comparto, mis amados seres humanos. Que tengan ustedes un feliz y plácido domingo.

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"El tema de los animales me tiene preocupado. Me refiero a cuando se dice que los animales son buenos, que la maldad y la crueldad son propias del ser humano.

Entonces me da por pensar en los osos, en papá oso, que si tiene la oportunidad mata a sus propios oseznos para eliminar a un futuro rival en la lucha por la conquista de una hembra. Lo hacen con premeditación, mucho antes de que llegue el momento de aparearse y se vuelvan ciegos de deseo. Eso es lo que hacen los grandes osos mullidos y peludos.

Y hay ciertas hormigas, alguna corporación o alguna secta que asaltan otros hormigueros para apoderarse de los huevos ajenos, incubarlos en una especie de gigantesca celda y esclavizar a las recién nacidas, que se piensan que la vida es así, trabajar para las otras hasta morir. Eso es lo que hacen las diminutas, laboriosas y gregarias hormigas.

 También suelo acordarme de las palomas, de sus desafíos, de esas peleas en que la vencedora saca los ojos a su rival, la despedaza, la destripa, hace un batiburrillo de carne y plumas y ahí lo deja, secándose al sol. Las palomas, esas adalides de la pureza y de la paz.

O los perros, uno de tantos de los que se ven por la calle, que puede tener hasta un millón de huesos escondido en su zulo, pero si vas tú y lanzas uno nuevo donde se reúne con sus colegas, gruñirá y morderá y se zurrará con todos ellos antes que dejarlo escapar. Porque ese hueso sin estrenar también lo quiere para él. Los quiere todos para él solito.
Y no sé si esto es justo o es injusto, no sé si es bueno o es malo. Es simplemente así. La naturaleza es así. Nosotros somos unos bichos y los bichos también son unos bichos, y en definitiva todos y cada uno de los seres vivos somos unos bicharracos de mucho cuidado."

EL CANDROIDE JUSTICIERO en… LA MANADA

El Candroide Justiciero me ha contado que en la noche del 7 de julio de 2016 vivió en Pamplona un suceso, digamos, notable. No hizo falta que le tirase mucho de la lengua. Tras apurar su triglina y encender uno de sus míticos cigarrillos Atómikos, el Candroide se apoyó con calma sobre el alerón derecho de su nave interplanetaria Raptor y empezó a hablar.

"Me encontraba en la calle Paulino Caballero, cuando entre el estruendo del día grande de San Fermín, me pareció escuchar el lamento de un animal arrinconado."

"Se trataba tan solo de un hilo de voz ahogado por la marabunta, pero mi instinto me hizo examinar el entorno y mis circuitos oculares detectaron al instante a un grupo de hombres que arrastraba violentamente a una chica dentro de un portal."

"Me preparé para lo peor. Supe que la actuación requería de lo mejor de mis capacidades de acción. Tomé aire, denso, caliente, como si brotara de una fuente de pacharán, y me dirigí al número 5, donde había entrado el grupo."

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"Con la ayuda de una navaja de hoja dentada, abrí la cerradura y entré en el portal. Estaba vacío. Se escuchaba un opaco susurro al fondo. Tras atravesar el oscuro descansillo forrado de mármol, llegué a una pequeña puerta de madera que temblaba, trémula, como si un rinoceronte se agitara enfermo en su interior. Escuché risas, jadeos y lamentos. Mis circuitos de titanio no necesitaron muchos bits para saber lo que estaba sucediendo en aquel apretado cuartucho."

El Candroide Justiciero dio una honda calada a su cigarrillo Atómiko, hizo una mueca de disgusto y prosiguió con su relato.

"Pegué una patada seca a la puerta, que saltó en añicos. Cinco machos humanoides, petrificados, fijaron sus ojos en mí. Algunos de ellos tenían los pantalones bajados. Una hembra humana joven, sin ropa, abusada, cayó al suelo."

—¿Me conceden ustedes su permiso, señores? —dije mientras le hundía el puño en la mandíbula al primero de los humanoides. A continuación le incrusté la rodilla en el estómago al segundo mientras con una katana tsurugi de doble filo cercené la cabeza del que estaba más escorado, con un teléfono móvil en una mano y la pollita en otra haciéndose una paja en un rincón. Su cabeza cortada, coronada por una mirada de timidez y estupor, parecía pedirme perdón, o igual me pedía que me uniera a la fiesta y él me hacía la foto. Nunca podré saberlo.

—¿Me concede usted su permiso, caballero? —dije mientras con una navaja de acero de Damasco le cortaba una oreja al cuarto humanoide, luego la otra, ahí gritó y le rebané la lengua, que sangró como una fuente de poder, roja como la vida de una hiena.

"Todo sucedió muy rápido. El quinto humanoide intentó golpearme, pero sus pantalones a la altura de las rodillas le hicieron bascular y aproveché ese descuido para cogerle con fuerza del cuello y encajar su cabeza entre dos de los barrotes de la barandilla. Una vez ahí le apreté con fuerza los huevos, en la base, como un racimo de uvas, me los metí en la boca y cerré mis mandíbulas con fuerza canina ¡RAS! Los escupí al rincón donde reposaba la cabeza del fotógrafo al tiempo que un alarido animal, desesperado, inundaba el cubículo y el portal y el hueco de la escalera y el edificio entero. Creo que se escuchó hasta en la calle a pesar del bullicioso e inocente festejo."

El Candroide Justiciero miró el fondo de su vaso de triglina, como si en el interior de ese brebaje pudiera encontrar algo que tuviera sentido, no ya para él, sino para el Universo entero. En el fondo el Candroide era un filósofo, todos lo sabíamos, solo un poco asesino con sus cosas, pero un gran tipo.

"Le pregunté a la niña si se encontraba bien. Le ayudé a vestirse. Llamé a una ambulancia. Les dije a los enfermeros que se encontraba mal, que la llevaran a urgencias, que en una hora llegaría yo. Luego volví a entrar en el portal, recogí los despojos de esos humanoides, de esos desgraciados; recogí sus huevos, sus orejas, su lengua, su cabeza amputada, los restos de una manada antaño poderosa y omnipotente y los amontoné en el centro de la calzada de Paulino Caballero. Ahí, ante el estupor de los festivos viandantes, rocié con gasolina ese mejunje de carne y le prendí fuego con mi zippo cromado."

"Aquello ardía como el infierno, te lo aseguro. Me quedé fascinado por la luz azul de las llamas, que iba abriendo su lengua de fuego en la tenue caída de la noche, haciendo que el día se prolongara aún un poco más, que la luz venciera a las tinieblas, que la verdad prevaleciera sobre el escarnio."

Una lágrima resbaló por los suaves belfos del Candroide Justiciero. En ese momento me pareció un niño asustado por la oscuridad.

"La policía llegó enseguida y me detuvieron. Pero no me condenaron, bueno, solo una pequeña indemnización a la comunidad de vecinos por haberles roto la puerta del cuarto trastero. Por lo de la manada humanoide nada, los jueces estuvieron todos de acuerdo en que yo les había pedido permiso educadamente y ellos no me lo habían negado, con lo cual se infería que estaban implícitamente de acuerdo en que les amputara sus cosas."

—Lo único que me jode, y mucho, es el sabor que me ha quedado en el paladar por los huevos putrefactos de aquel malparido. No se me va ni con dosis dobles de triglina, ¡hostia! Me he bebido litros de esa pócima infecta y todavía hoy sigo con ese puto sabor nauseabundo en los circuitos. ¿Quieres otra Nitro?


Otras aventuras del CANDROIDE JUSTICIERO en los siguientes enlaces: 


ANDROIDE FRAGMENTADO ::^^::/()():;:<<<>··

Dícese de aquel androide cuyos circuitos se han escindido en dos mitades, que pasan a ser independientes y autónomas.
Esta característica, propia de individuos androides que han sido sometidos a largas estancias entre los seres humanos, ha sido objeto de profundos estudios tanto entre ingenieros en Inteligencia Artificial como entre psiquiatras y  neurólogos.
El doctor DeMichaelis, tras años de intensa investigación, sostiene que la fragmentación de circuitos es equiparable a la reproducción sexual humana. La teoría de DeMichaelis creó una gran conmoción, no solo en el mundo científico, sino también en el ámbito jurídico, en el que se debatió acaloradamente sobre si los androides tenían los mismos derechos como especie que los humanos, si era lícito que se reprodujeran libremente sin que la mano y voluntad humanas intervinieran en el proceso.

Lo cierto es que DeMichaelis abrió una brecha a la que se han asomado infinidad de especialistas en la materia, una vasta y apasionante brecha que no deja de alimentar la polémica.

Por otro lado, la escuela austríaca, con el Doctor Dragmun como estandarte más visible, establece un paralelismo indisoluble entre la fragmentación androide y la bipolaridad humana. Indisoluble en el sentido (siempre según la citada escuela) en que un ser humano bipolar podría sentirse humano en su polo creciente y androide en el decreciente o viceversa. Asimismo un androide fragmentado sentiría palpitar sus circuitos como una persona en la fase roja mientras que en la fase verde serían estos mismos circuitos replicantes los que tomarían el control del organismo.

Documentamos esta entrada con fotos de una fragmentación androide, captada por los circuitos oculares de las Doctoras Olano y Rosado, expertas ambas en organismos biónicos.

Foto: Maryge Rosado
Fragmentación: Kristina Olano KRISPO
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Foto: Maryge Rosado
Fragmentación: Kristina Olano KRISPO
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Foto: Maryge Rosado
Fragmentación: Kristina Olano KRISPO
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Foto: Maryge Rosado
Fragmentación: Kristina Olano KRISPO
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EL PARALELO SERENO

Hace un par de semanas humanoides recibí una misteriosa llamada que me citaba en la nebulosa del Dédalo. “Tengo información confidencial sobre el ALF.”, decía la voz en el contestador. Se refería a la piedra filosofal que llevo siglos persiguiendo, la mítica Askatasuna Libertaris Felizidanka. 

Me extrañó la llamada… una voz proveniente de las lunas de Saturno, una zona desde hace tiempo deshabitada. Si no me hubiera hablado del ALF nunca habría acudido. Pero me habló del ALF, y esa misma tarde cargué de combustible nitrógeno mi nave interplanetaria y alisté mi traje espacial.

Foto biónica: Maryge Rosado
Arte sideral: Kristina Olano KRISPO

A la mañana siguiente, temprano, me dispuse a cruzar la galaxia camino a la nebulosa del Dédalo. Entré en el paralelo Sereno, tan tranquilo siempre al atardecer, y dirigí mi nave interplanetaria a través de los desfiladeros de la Lambada. Tras una hora de plácida navegación, una repentina oleada de viento se cruzó en mi camino y me hizo perder el rumbo durante unos minutos. Ajusté la brújula sideral, conecté el tubo de red y fijé los ojos en la tormenta que se avecinaba. No parecía peligrosa, pero el fino y blanco polvo que arrastraban los fuertes golpes de viento era diferente a lo habitual, se pegaba en las aristas de la nave, cubría con su niebla opaca la superficie del cristal de la cabina y se aglutinaba en la punta de las antenas formando pequeñas rocas que las doblaban por el peso.

Foto biónica: Maryge Rosado
Arte sideral: Kristina Olano KRISPO

Las antenas empezaron a recibir las señales con dificultad y el rumbo de la nave se hizo vacilante. Me asusté. Me asusté de verdad, nunca había visto nada parecido. Detuve la nave en un recodo del Sereno, me acoplé los circuitos de respiración asistida y abrí la escotilla de salida. Una densa nube me envolvió. Sus incontables partículas se movían sin cesar, me golpeaban la cara, los brazos, las rodillas y los tobillos, me hicieron perder el equilibrio y finalmente caí al suelo, espesamente cubierto de esta materia blanquecina que parecía surgir de la nada y multiplicarse sin fin en el espacio.

Foto biónica: Maryge Rosado
Arte sideral: Kristina Olano KRISPO

Pensé en volver a la nave de inmediato, me giré y ante mi asombro y mi miedo, porque a esas alturas un miedo con forma de mano negra y fría iba trepando por mis piernas y ya apretaba mi estómago, me lo estrujaba y yo estaba acojonao, lo que se dice acojonado perdido y no veía mi nave, no estaba, o sí, estaría ahí pero yo no la veía entre tanta niebla y tanto viento y tanta hostia, quién me manda bajarme de la nave, como si así pudiera solucionar algo, y quién me manda salir a verificar una supuesta información que me da un ser anónimo, probablemente falsa, inventada, producto del delirio que muy a menudo produce la continua búsqueda de quimeras y la muy contaminada y venenosa atmósfera que envuelve Saturno en un halo de desolación y misterio.

Foto biónica: Maryge Rosado
Arte sideral: Kristina Olano KRISPO

Una ráfaga me empujó de frente y caí de espaldas sobre la nieve, el miedo y la angustia me invadían por completo. Seguía sin ver mi nave. Agarré el nitrodetector pero mis dedos estaban demasiado fríos para accionarlo con precisión. La densa y blanca nieve seguía posándose sobre mi cuerpo, segundo a segundo iba cubriendo mi piel laminada y mis circuitos biónicos. Encendí mi linterna y un poderoso foco de cien mil lúmenes rojos capaces de atravesar cualquier atmósfera se abrieron paso a través de la tormenta y entonces sí, entonces ahí, a lo lejos o lo que parecía lejos a través de esa niebla diabólica vi mi nave, ahí seguía, qué bonita era, más bonita que nunca. Qué maravilla. Casi me echo a llorar.

Foto biónica: Maryge Rosado
Arte sideral: Kristina Olano KRISPO

Fue entonces cuando escuché una voz en el espacio, una voz que atravesaba la nieve, la niebla y el viento enmarañado, una voz que venía de muy lejos y retumbaba en el espacio. Una voz exaltada e imperiosa que dijo: “¿Quieres información sobre el ALF? ¡¡¿Quieres información sobre el ALF?!! Pues aquí la tienes Nitrolelo. La Humanidad no está para piedras filosofales, lo que necesitan es esperanza, lo que necesitan es unas elecciones planetarias. ¡Vota Nitrofoska! ¡¡VOTA NITROFOSKA!! ¡Máquinas políticas de confianza! ¡Androides con fundamento! O si no atente a las consecuencias, serán terribles, devastadoras, no solo para ti, que morirás pronto por inepto y capullo, sino para toda la Humanidad.”

Foto biónica: Maryge Rosado
Arte sideral: Kristina Olano KRISPO

Joder, pensé, pero si Nitrofoska soy yo. Si el candidato de Nitrofoska Androides soy yo mismo. Creo que al jefe de campaña que ha contratado el Androide Supremo se le ha ido el meteorito por completo. Voy a tener que hablar seriamente con él. Bueno, si consigo salir de aquí. Vaya día. 

© Nitrofoska

viernes, 17 de noviembre de 2017


NEFERTITI - 18N (7)

La cripta en la que Akhenatón, Nefertiti y Tutankamón llevaban más de tres mil años reposando estaba a punto de abrirse. La doctora Milton había consagrado veinticinco años de su vida para que llegara este momento. Estaba muy nerviosa y excitada. Sudaba, pero no por el sofocante calor de más de cincuenta grados que hace a esa hora en el desierto, sino porque su ya no tan joven corazón se había acelerado de forma extraordinaria. Lo sentía latir en las sienes, en las muñecas y en cada una de sus venas. Tras un estridente crujido, por fin, la última losa se abrió. Un fino polvo gris irrumpió en volutas por la abertura. Un olor húmedo, terroso, de nido de serpientes impregnó el aire caliente. La doctora Milton se enjugó la frente, se ajustó su linterna frontal y bajó los dos escalones que daban acceso a la tumba de los faraones más famosos del antiguo Egipto.


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La linterna de la doctora Milton iluminó las catacumbas con su intenso y certero haz de luz. Primero vio una tumba pequeña, probablemente perteneciente a un niño o adolescente. Debía tratarse del joven Tutankamóm. Al otro lado, sobre un pedestal se erigía un enorme sarcófago en el que supuso se encontraba el faraón Akhenatón, ya que ocupaba gran parte de la estancia. Entre ellos se abría un hueco con un sarcófago vacío. La tapa parecía haber sido empujada desde dentro, y sobre la parte donde debía reposar la cabeza se distinguía con claridad un pergamino con signos garabateados. La doctora Milton, que leía egipcio antiguo fluidamente, sorprendida y maravillada ante el hallazgo, lo leyó. La nota decía: “Akhenatón, voy a salir a dar una vuelta a lo del 18N de Nitrofoska. Va a actuar para un público de androides, ciborgs, seres humanos y criaturas orbitales. Ese y no otro es nuestro lugar. La cita es en The Closet Club de Madrid, una biblioteca de ropa que mola todo. Deberías salir más a menudo Akhen, te estás quedando fosilizado. Cuídate. Hasta luego momia. Nefertiti.”

Por supuesto, la doctora Milton también acudirá a la fiesta. Aunque no sé si llegará a tiempo, Egipto está muy lejos. Ahora, lo que es yo no me lo pienso perder. ¡Naves interplanetarias, en órbita!

jueves, 16 de noviembre de 2017


Masificación turista - 18N (6)

En más de una ocasión he pensado en cómo solucionar con mi gobierno androide el grave problema que está planteando la masificación del turismo en algunas ciudades humanoides, como por ejemplo Roma, París o Barcelona.

Si yo fuera el alcalde replicante de alguna de estas ciudades, a los turistas que vienen en masa les pondría un test antes de poder entrar. Por ejemplo, en Roma un ser humano tendía que saber decir sin pestañear por lo menos el nombre de tres monumentos que va a visitar. También el nombre de tres emperadores romanos. Unas cuantas palabras en latín tampoco podrán faltar.

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En las puertas de Barcelona, si yo fuera su alcalde, los turistas deberán saber quién construyó la Sagrada Familia, decir gracias y buenos días en catalán y algunas cosas más que se me ocurrirán sobre la marcha para que no entren todos con sus cámaras de fotos y su afán visitador.

Les cuento esto, amados seres humanos, porque como están ustedes mostrando un tremendo interés en acudir al evento de Nitrofoska del sábado 18, voy a tener que hacer un cuestionario similar, porque el Closet no es muy grande y se va a petar.

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Con lo cual, para poder entrar a la fiesta sideral del 18N va a haber que contestar algunas preguntas en la puerta, como por ejemplo:

—¿Qué diferencia hay entre un ciborg y un androide?
—¿Y entre un androide y un replicante?
—¿Qué significa la palabra Robot?
—¿Dónde está la nebulosa XR54?
—¿Qué seres humanos componen la Troika?

Así es que los organismos que tengan verdaderas ganas de presenciar la acción androide del 18N y no quedarse en la puerta, ya lo saben, estudiarme. ES-TU-DIAR-ME.

Una pista, por lo menos para la pregunta de la Troika:

TROIKA, por Nitrofoska
¿Qué podemos hacer con la Troika?

miércoles, 15 de noviembre de 2017


El pelotón de fusilamiento - 18N (5)

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer a Nitrofoska. Fue el 18 de noviembre de 2017 en el Closet Club de Madrid. Un lugar fantástico con seres humanos, ciborgs, androides y criaturas siderales. Nitrofoska habló, declamó, cantó y se fundió con la luz, el viento y el cosmos. Desde aquella remota tarde, el coronel Aureliano Buendía no había vuelto a vivir nada igual. Sí, moriré tranquilo, se dijo. Disparad, cabrones.
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domingo, 12 de noviembre de 2017


NITROMANILA - 18N (4)

En Manila, Filipinas, existe la creencia de que cuando alguien dona un órgano de su cuerpo, por ejemplo un riñón, este riñón trasvasa parte de la esencia del donante al cuerpo y alma del receptor o receptora del órgano. De modo que si en algún momento el comportamiento de la persona receptora resulta inadmisible para el donado riñón, este se rebela e inicia una intensa y despiadada lucha de personalidad con su anfitrión. Este proceso, que los filipinos llaman “paghahayag” puede llevar en ocasiones al ser humano receptor al borde de la locura o directamente a la locura desatada.

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De igual modo, entre los androides siempre ha existido la creencia de que al implementarnos una pieza que ya haya pertenecido a otro androide o ciborg, parte de las experiencias biónicas de este replicante entran a formar parte de nosotros mismos. El tráfico ilegal de piezas para androides es muy peligroso y está severamente castigado por la ley. El tráfico ilegal de órganos humanoides también. No solo en Filipinas, en todo el planeta Tierra y en la totalidad de la galaxia. Solo un pequeño asteroide desafía con sus leyes permisivas esta práctica. Pero eso es otra historia.

He empezado hablando de Manila porque fue allí, en un café de la calle De la Fe donde me encontré de nuevo con el Candroide justiciero. (Ver articulo “ElCandroide Justiciero”  del 6 de diciembre2016 en este enlace). Estaba apoyado en la barra y pedía una San Miguel Pale Pilsen. El camarero, un malayo muy delgado con la cara grasienta  y un flequillo que camuflaba sus oscuros ojos de serpiente de cascabel sacó un botellín de la nevera y lo dejó con un suave chasquido sobre la barra de zinc.

En un pequeño escenario al fondo de la sala, una pareja humanoide, un hombre y una mujer de más de setenta años susurraba una canción asincopada, llevada con los acordes de los pelos. El aire olía a basura perfumada, a desechos orgánicos de frutas y verduras iniciando su irreversible proceso se putrefacción. Bebí un trago de mi jugo de mango. A pesar de que estaba recién exprimido me supo raro.

Un robot doméstico modelo 2022 entró en el café. Le tendió una nota al Candroide. Este la examinó muy detenidamente.

Luego dejó la nota sobre el mostrador, pagó la San Miguel Pale Pilsen y salió apresuradamente del bar. A través de la vidriera vi cómo llamaba a un taxi, que rápido se incorporó al denso tráfico del Bulevar Quezón. Me levanté de mi asiento y miré la nota. Decía: “El sábado 18N a las 21h acción sideral del androide Nitrofoska en The Closet Club de Madrid. Quema tu casa y ven desnudo. Que no te lo cuenten.”

Dicen que el Candroide tomó una nave interplanetaria y llegó a tiempo para el 18N. Yo también. Como para perderme una fiesta así.

jueves, 9 de noviembre de 2017


Arturo y el 18N (3)

Arturo quería llegar hasta la cruz. Lo había soñado en muchas ocasiones. Alcanzar la enorme cruz de madera oscura que se elevaba en la cima de la montaña y bajo cuyo halo la aldea en la que vivía quedaba protegida. Las cosechas eran regulares y abundantes, sin gorgojo ni plagas. Las vacas daban el doble de leche que en otros lugares, y los niños crecían sanos y felices, con una sonrisa resplandeciente brillando en sus rostros inocentes.

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Arturo quería llegar, quería comprender. Con lo cual, tras una larga y penosa ascensión, llegó a lo alto de la montaña e hizo una profunda reverencia ante la cruz. Le preguntó sin palabras cuál era el secreto, por qué su sombra, la sombra de la cruz hacía que el mundo fuera bueno, amable, cálido, bondadoso. También le preguntó si esta bonanza duraría eternamente o se iría como el buen tiempo. Arturo no estaba preocupado por nada en concreto, sencillamente le parecía demasiada dicha lo que estaba sucediendo en su vida, desde que la cruz apareció como por arte de magia en la cima de la montaña sobre cuyo valle se extendía su aldea. También le preguntó qué o quién la había colocado ahí, de dónde venía.

Tras un largo silencio, la cruz le contestó a Arturo: “Vengo de la nebulosa XR54, amado ser humano. Me trajo el androide Nitrofoska. Y no sé mucho más, porque me dejó aquí y se fue. Al parecer el 18N a las 21h tiene una actuación sideral en el Closet Club de la calle Santa Ana. Puedes ir allí y preguntárselo tú mismo. Yo creo que dará respuesta con sinceridad a tus inquietudes humanoides. Y de paso dile que venga pronto a sacarme de aquí, que no veas el frío que hace en tu pueblo, muchacho.”

Y Arturo fue al 18N.

miércoles, 8 de noviembre de 2017


18N (2)

Una lluvia intermitente cubría la ciudad, que apenas empezaba a desperezarse de una larga noche de otoño fría y desapacible. Sandra abrió la ventana y asomó la cabeza. Ante sus narices, flotando en el aire, vio un pez.

—Hola humanoide— dijo el pez—. Veo que estás muy sorprendida de verme. Pues te digo que si te admira ver a un pez que habla espérate al 18N, en que podrás ver a un androide de verdad que habla, canta y hasta te insulta y te halaga en tu propio idioma. Vas a flipar tronka.

Sandra no le dio gran importancia a este incidente y siguió a lo suyo. Pero fue a la cita. El día 18 de noviembre se presentó en el Closet Club a las 21h. Desde entonces, los que la conocen dicen que no ha vuelto a ser la misma Habrá que creerles.


Dibujo: Max Nitrofoska
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martes, 7 de noviembre de 2017


18N

—¿Qué vas a hacer el sábado Felipe?

—Voy a ir a un monólogo.

—Ah, ¿de quién?

—No me acuerdo del nombre, es un androide.

—¿Un androide?

—Sí, un robot.

—¡Anda ya!

—Sí, en serio, ahora los robots hablan y te cuentan sus cosas, e incluso se presentan a las elecciones.

—Jajajjajaaa

—No te rías tanto que pronto te veo votando al partido androide.

—¿Pero los androides existen de verdad o qué? Yo solo los he visto en películas como Blade Runner.

—Claro que existen Carlos, están aquí, entre nosotros. Ya te digo, el sábado 18 voy a ir a ver a uno al Closet Club, se llama Nitrato de Foca o algo así. Está guay. ¿Por qué no te vienes y así lo compruebas con tus propios ojos?

—Pero bueno Felipe, este Nitrato será un tipo disfrazado de androide, no me jodas, no un robot de verdad.

—¡Que no hombre que no! Es un androide auténtico, un ser mecánico. ¿Pero no ves cómo ha avanzado la ciencia? ¿No ves todo lo que puedes hacer con un simple teléfono móvil?

—No me compares eso con un móvil Felipe, no me lo compares.

—¿Qué te apuestas?

—Lo que quieras.

—El que pierda paga las cañas y los refrescos a la salida del evento durante toda la noche.

—¡Hecho!

—Venga, el sábado 18 a las nueve en la puerta del Closet, bueno, un poco antes para coger sitio, ¿vale?

—Sí, sí, claro, vale. Y ven con pasta que vas a palmar.

—Aún te faltan muchas cosas por ver Carlos. El mundo androide te cambiará la vida. Si es que tienes vida, pedazo de matao.

—No te pases no te pases Felipín.
—Jajajajajaaa, venga, hasta el sábado.
—Hasta el sábadooo


martes, 30 de mayo de 2017


NITROCIELO

El retirado y ya anciano general MacCallaghan contempló el cielo con una mezcla de asombro, inquietud y desconfianza en el futuro. Su legendaria seguridad en sí mismo y en el poderoso ejército que había comandado con brazo de hierro se resquebrajó al ver a uno de sus mejores cuatrimotores surcar el cielo ondeando una pancarta en la que se leía “Vota Nitrofoska” en letras capitales negras.

Realidad visual: Kristina Olano KRISPO
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El general creía firmemente haberlo dejado todo atado y bien atado, pero algo no estaba saliendo según lo previsto. Y no sabía lo que era.

Cogió el auricular del viejo teléfono marca Western Electric, que seguía conectado con el alto mando del ejército USA y marcó el número 1. De inmediato una voz le saludó al otro lado y el anciano general McCallaghan dijo:

—Foster, ¿qué o quién es Nitrofoska?

—No lo sabemos mi general. Está en todas partes.

—¿Es usted consciente, Foster, del alcance de lo que está sucediendo?

—Sí mi general, pero de momento no podemos hacer nada. El nitrofoska, en origen era un fertilizante artificial, mierda sintética que se utilizaba para que nuestros vastos campos de soja y maíz creciesen fuertes, nutritivos e inmunes. Debe tratarse de una mutación, general McCallaghan, porque ahora todos nuestros jóvenes pilotos hablan de Nitrofoska, piensan en Nitrofoska, se creen Nitrofoska. Es una auténtica epidemia, una catástrofe, no sabemos cómo abordar este caso señor.






Realidad visual: Kristina Olano KRISPO 

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El general McCallaghan colgó su viejo teléfono marca Western Electric y deslizó la mano hasta el borde derecho de su escritorio de caoba, donde reposaba su viejo Magnum 44, cargado y bien engrasado, listo para ser disparado, listo para matar.


Su viejo teléfono negro con cable marca Western Electric, modelo de 1904 y su Magnum 44 fabricado por Smith & Wesson en 1955 eran las armas de guerra preferidas del anciano y antaño poderoso general MacCallaghan. Con su revolver mató seres humanos. Muchos e inocentes. Luego, con los años, prefirió utilizar el teléfono. Mediante simples llamadas ordenó bombardear y arrasar decenas de poblaciones. Muerte y destrucción al alcance de la mano.


Realidad visual: Kristina Olano KRISPO
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Pero los tiempos han cambiado. Una nueva era ha empezado. Han surgido nuevas armas, armas biónicas capaces de formar parte del ADN humano. Armas fuertes y sólidas como una idea indestructible. HAZ ALGO. Un binomio activo que poco a poco ha entrado a formar parte de la sangre de todos los seres que habitan la galaxia. Un binomio que ya está cambiando el universo.

Cohetes interplanetarios rumbo a Nitrofoska. Astronaves que dibujan el nombre androide en el cielo. Misiles ondeando nitropancartas. Globos aerostáticos elevando  la campaña electoral binaria a lo alto del cielo, donde planean los platillos cósmicos. Donde habitan los sueños.

Vota Nitrofoska. Haz algo.

© Nitrofoska

domingo, 30 de abril de 2017


AUTOESTOPISTA

La semana pasada vi a un autoestopista con un cartel que indicaba: “ASTEROIDE NITROFOSKA”. He quedado muy sorprendido. Me hubiera gustado parar mi nave interplanetaria, bajar y hablar con él, o ella; preguntarle no ya por qué quiere salir de la Tierra, eso me lo imagino, se me ocurren un montón de poderosas razones, sino por qué quiere venir al asteroide XR54, también conocido como asteroide Nitrofoska.

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No he podido parar a coger al autoestopista porque iba a todo nitrógeno hacia la nebulosa Virginia, donde habita Trópika, mi muy jugosa amiga tentacular. Los que seguís mi blog la conoceréis de este artículo del año pasado: 

A causa de la triple expansión estelar que han sufrido en Virginia, las reservas de jugo de frutas se han evaporado casi en su totalidad. Y la propia vida de Trópika está en peligro. Su hermosa danza y sus sabrosos jugos son los que hacen que la galaxia gire sobre su eje, que solsticios y equinoccios tengan permanentes planes de fuga, que órbitas tangenciales converjan en el infinito.

Como veis, amados seres humanos, no podía parar mi nave para recoger al autoestopista, pero me hubiera gustado mucho, muchísimo hacerlo. 

Durante mis largas estancias en la Tierra he visto en más de una ocasión a autoestopistas aislados dirigirse a la luna, incluso existen grupos humanoides que viven largas temporadas en el blanco satélite.

He visto gente flotando, gente planeando, gente atravesando nebulosas y haciendo dedo hacia las más tenebrosas y peligrosas constelaciones. La osadía de algun@s seres human@s no conoce límites a la hora de atravesar desiertos, océanos y atmósferas lejanas. Hasta ahí lo entiendo todo. Pero, ¿¿que quieran venir al asteroide Nitrofoska!??

No sé cómo tomármelo, si como un halago o como un peligro inminente. Imagínense ustedes esto lleno de autoestopistas. En poco tiempo montarían un camping, una agencia de viajes o hasta una ONG.

En fin, ya me estoy preocupando por tonterías, ¡qué delirio! Voy a tomarme otro jugo, que me han quedado un par de garrafas en la aeronave.

Noooo, pero fuera de charla, imagínense que ven ustedes en la autopista a una persona haciendo dedo con un cartel en el que está escrita la dirección de vuestra casa. Mosqueante, ¿no?

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Ayer volví a encontrarme al autoestopista. Bueno… a LA autoestopista, porque bajo la espesa escafandra se cobijaba una hermosa mujer de unos 40 años, de piel morena y hermosos ojos de fieltro rosado. Me dijo que estaba hasta el coño (lo dijo así, con esas palabras) del planeta Tierra, que quería probar suerte lejos de aquí y había oído hablar muy bien del asteroide Nitrofoska.

—¿Y dónde has oído hablar del asteroide Nitrofoska? —le pregunté.

—En la Tierra no se habla de otra cosa, ¿no has oído hablar de Nitrofoska? ¿En qué mundo vives?

—No sabría decirte cuál es mi hogar, organismo humanoide, solo sé que mi mundo está muy lejos de aquí.

Dejé a la autoestopista en el asteroide K5, en las antípodas de la ruta hacia mi nebulosa. Le dije que allí, pronto una aeronave de carga la transportaría a donde ella quisiera. Y es verdad, pero en dirección contraria, porque todos los vehículos pesados del espacio deben atravesar el agujero negro 003… y eso pilla muuy lejos de aquí. Qué alivio.

No es que no me gusten l@s seres humano@s, entiéndanme, pero prefiero ir a visitarlos yo cuando estoy en vena, cuando estoy en órbita ascendente.

Hay muy hermosos seres humanos sobre la Tierra que merecen la pena. Y es importante estar en órbita ascendente. Volar. Volar.

Glugluglugluu qué rico este zumo dios.

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© Nitrofoska 

viernes, 31 de marzo de 2017


EL DIOS STANDARD

Fue por casualidad. Yo no quería llegar a Stålenhag, yo no quería verlo, tener la certeza de que existía. Pero lo vi. Y desde entonces todo ha cambiado en mis circuitos. La información tarda en llegar, en atravesar las bioneuronas. Los iones éticos se revuelven sin cesar, expulsan un vapor nauseabundo que impide que me concentre, que piense, que pueda realizar la más sencilla actividad con un mínimo de precisión y alegría.

Sí, fue por casualidad. Mi nave interplanetaria recorría Alfa Centauro en busca del mítico ALF (Askatasuna Libertaris Felizidanka) cuando un fuerte ruido en los reactores laterales me alertó e hizo que disminuyera la velocidad. Pronto pude ver que algo fallaba y que no podría repararlo sobre la marcha, con lo cual consulté las cartas planetarias en busca de algún oasis ingrávido que me permitiera tomar tierra. Fue entonces cuando leí en la carta “Stålenhag”. Nunca antes había oído hablar de ese planetoide, pero el ruido del reactor no me dejó pensar ni investigar sobre mi nuevo destino. Marqué las coordenadas en el cuadrante sideral y accioné la navegación de emergencia. Una lenta y suave cadencia de vuelo, solo interrumpida por los roncos estallidos del reactor averiado, me acompañó en el descenso.

Ilustración: Simon Stålenhag
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Mi vieja nave interplanetaria Thompson Jet tomó tierra suavemente, sin ningún incidente pese a la avería que me lastraba. Al salir de la cabina, justo frente a mis circuitos oculares vi un ser de metal enorme, colosal. Se trataba de un Dios Standard de metal forjado. Un Dios que recorría lo que parecía una carretera secundaria del planeta Stålenhag. Miles de seres humanos, conectados con el Dios mediante cables y tubos de acero, le seguían en silencio, bajo la lluvia. Todos y cada uno de los seres humanos estaban iluminados por una llama, que surgía de sus cabezas como si fuesen santos recibiendo la revelación o mineros abisales en busca de la verdad suprema. El enorme Dios Standard tenía la cara triste, muy triste, tal vez por la falta de independencia y autoestima que demostraban sus seguidores. O por lo menos eso es lo que me pareció. Él no decía nada, no les decía a sus feligreses lo que estaba bien o lo que estaba mal… se limitaba, como todo buen Dios que se precie, a permanecer en silencio, observando, estudiando, aprendiendo para mejorar eventualmente su aportación a un Universo mejor.

Ilustración: Simon Stålenhag
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Pero los seres humanos seguían sin soltarlo, le pedían instrucciones, normas, reglas, modos de uso, recetas, adiestramiento, orientaciones, pensamientos, orden, análisis, imaginación, preceptos, celebraciones y catástrofes… pero no demasiado ruidosas, para andar por casa, que no descoloquen los cuadros del recibidor o puedan manchar el mantel del comedor.

Seguía lloviendo. A los pies de mi nave interplanetaria empezaba a formarse un extenso charco, irisado por el combustible que goteaba del acumulador.

Las lágrimas, que brotaban tibias e incesantes del Dios Standard, se fundían con la lluvia. Era así como conseguía disimular su decepción y su dolor por la Humanidad. Lluvia, lluvia en la cara.

Porque los seres humanos no se mojan. Algunos incluso llevan artefactos paraguas. Otros se hacen con una barca para poder navegar por el llanto, tanto propio como ajeno. Navegantes de lo absurdo, del espejismo sideral.

De pronto, en medio del diluvio escuché una canción. Una canción que escribí hace muchos años en el lugar en el que nací… donde llueve siempre. Y siempre, allí, es siempre.


Quinientos doce días lloviendo sin parar,
Paseando entre las gotas
Empapándome los pies.
Esperando la inundación que me prometiste el otro día.


Los paraguas se despliegan,
Cabezas bien cubiertas.
Casi me sacan un ojo,
Me queda otro para ver vomitar
A un viejo tuerto y sordo
Que se parece a mí cantidad.

Quinientos doce días lloviendo sin parar
Y así va
Así va



Tras la canción, el Dios Standard de metal miró en mi dirección y suspiró. Creo que también me sacó la lengua.


Lo que más me gusta de la lluvia es el Sol que le sigue. Porque el Sol es nuestro. Y cuando digo nuestro quiero decir de todos.




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domingo, 5 de marzo de 2017


Campaña electoral androide II

LA POLICÍA

—¡Explíquese agente Ramírez!
—Un grupo de seres… no sé cómo explicarlo comandante, seres androides, replicantes, no estoy seguro… no eran humanos… han irrumpido en el puesto de control de publicidad urbana y han colocado anuncios subversivos.
—¡¿Androides?! ¿¡Cómo que androides!? ¿Pero me está usted tomando el pelo Ramírez? A partir de hoy lo de desayunar Solysombra se ha acabado Ramírez.
—Pero si solo he desayunado un bollo y sulfato de café, comandante. Pregúntele a McCoy, que lleva de guardia toda la noche.
—Está bien Ramírez, luego hablaremos usted y yo. Pero… ¡quiten esta publicidad!, ¡¡quítenla de una vez!!
—No podemos comandante, los androides han bloqueado el servidor, que está lanzando su publicidad electoral no sólo en el país, sino en el planeta entero.
—¡¡Hostia!!
—Comandante, comandante,  han aparecido pintadas de este grupo Nitrofoska en las calles de varias ciudades. ¿Qué hacemos comandante, qué hacemos?
—¿Cómo que qué hacen Velásquez? ¡¡DeténganloooOOOOOSS!!


Imagen Kristina Olano KRISPO
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Imagen Kristina Olano KRISPO


A través de los electrosensores que habitan la nebulosa XR-54 hemos conseguido interceptar y grabar algunas conversaciones humanoides.

Enhorabuena a nuestro organismo biónico Olano por su gran trabajo de sabotaje y difusión de la doctrina replicante… del programa político universal androide: HAZ ALGO.

Las conversaciones humanoides: LA POLICÍA. DOS VECINAS. EL ABUELO y sus nietos. LUISILLO, el ser humano que tuvo que limpiar las vallas pintadas por los androides. 

Puedes leerlas todas aquí, en este artículo.


Imagen Kristina Olano KRISPO


DOS VECINAS

—Buenos días vecina, ¿en su plasma también han salido unos andruidas, unos nitrato de foca que piden que les votemos en las elecciones?
—Sí, dicen que hay que hacer algo… yo ya estoy haciendo la comida, no vaya a ser que se presenten todos en casa para comer… y a ver qué les pongo yo como salgan unos cuantos bicharracos, extraterrestres o lo que sean de esa nave especial.
—Lo que sean vecina, pero seguro que a un buen plato de cocido no le van a decir que no.
—Eso tenlo por seguro Maruchi.


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EL ABUELO

—¡No inventes abuelo!
—Es cierto pequeños, tan cierto como que nuestros dos soles amanecen cada día.
—¿Quieres decir que en tus tiempos, abuelo, los seres humanos eran los que dirigían el mundo?
—Sí Cronos, así era.
—¡Anda ya abuelo!
—Sí, niños, sí, fueron tiempos muy duros para la Humanidad. Tiempos de oscuridad y barbarie.
—¿Y por qué no ponían máquinas especializadas para eso, como ahora?
—Porque no se daban cuenta del daño que estaban haciendo. Y porque no se les ocurrió lo de las máquinas.
—Buuufff qué garrulos eran los humanos de la prehistoria, abuelito.
—Sí, un poco sí Alix, hasta que llegó la revuelta androide con Nitrofoska, aquello era el CHC, el Caos Humano Continuo, pequeña.
—Jajajajjajajaa qué gracioso eres abuelo, qué cosas se te ocurren. ¡Vámonos a la estratosfera Cronos!
—¡Síiiii, vamos!
—Abrigaos niños, y cubríos bien, que hoy las nubes llevan mucho nitrozono.


Imagen Kristina Olano KRISPO



LUISILLO

Luisillo se levantó sobresaltado. El teléfono sonaba insistente, una y otra vez RIIIIIIIIIN RIIIIIIINGG, RIIIIIIIIIIIIIIIIIIING
—¿Dígame?

—Luisillo, coge tus cosas, arranca la furgonave y vete volando a los polígonos del Este, unos gamberros han pintarrajeado TODOS los muros que encalaste ayer.

—Buenos días jefe, ¿cómo dice?

—¿No me has oído o qué? ¡Que salgas volando hacia el Este! …de camino te doy los detalles por el tubo de red.

Más tarde, ya en la furgonave, sin haber tenido tiempo de tomar ni un triste sulfato de café, ni un plátano transgénico, ni siquiera un vaso de agua, Luisillo supo que un grupo de seres mecánicos… algo así como robots, habían arruinado su duro trabajo del día anterior. Cuatro muros encalados y pintados de arriba abajo… con el calor que había hecho buuufff, no lo podía creer.
Luisillo estaba rabioso e indignado. Cuando vio el estado en que habían quedado “sus” muros insultó mentalmente a los gamberros, a los robots, a los droides y en realidad a todo bicho viviente. También a su jefe. Su ira era planetaria.
No obstante, cuenta la leyenda que poco después, en las elecciones de la Galaxia, Luisillo votó Nitrofoska, votó al partido de los ciborgs y androides. Desconocemos el motivo, pero así fue. Tal era el poder de convicción de aquellas extrañas criaturas cósmicas, medio mecánicas y medio humanas.

RIIIIIIIIIN RIIIIIIINGG, RIIIIIIIIIIIIIIIIIIING. El teléfono sonaba insistente aquella madrugada de invierno en el asteroide. Luisillo descolgó el fonotubo y sin dar tiempo de pronunciar palabra a su interlocutor, dijo:
—Vote Nitrofoska jefe, vote Nitrofoska y deje de dar por el culo.


Imagen Kristina Olano KRISPO



TROIKA

En la escuela de la nebulosa XR-54.

—Hola niños, bienvenidos al primer día de escuela. 
¿Qué sabéis sobre la Troika?

¿Qué seres humanos componen la Troika?

¿Quién ha elegido a la Troika?

¿A qué mecanismos democráticos responde su funcionamiento?

Los niños, a coro (escuchar el documento sonoro aquí debajo):

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