viernes, 31 de octubre de 2025

FUEGO

Buenos días, habitantes. A disfrutar.

Imagen: Desconocidx
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jueves, 30 de octubre de 2025

SIEMPRE ADELANTE

Buenos días, habitantes. ¿Suben o bajan? ¿La nave está a la izquierda o a la derecha? ¿Queda tiempo? Siempre adelante. A disfrutar.

Foto: Mania de Praeter
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miércoles, 29 de octubre de 2025

SUEÑO CON GRANDES SUPERFICIES LISAS

Imagen: Nitrofoska
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Hay que seguir en movimiento.
Hay que seguir el movimiento.
Hay que seguir moviéndose.
No pensar en la caída,
que se producirá sin duda
en una de las muchas sombras oblicuas
del destino,
siempre resbaloso e incierto.
Sobre todo en tus manos.

O tal vez no.
Tal vez nada caiga, finalmente,
porque cada día que pasa
te veo más dotes de prestidigitador,
de trapecista veloz que surca los cielos
en busca de una promesa formal y aérea,
una promesa que se base
en las respiraciones adversas,
en el flujo genital y gástrico
de las personas que conforman
esa carpa abrasadora
en la que se mueve tu circo,
con sus estrellas fugaces,
sus caprichosas veladas
y sus destellos uniformes,
muy uniformes.
Y caducos.
Que caducan.
Que ya han caducado,
para ser más precisos.

Hay que seguir en movimiento.
Hay que seguir el movimiento.
Hay que seguir moviéndose.

Hay que tener en cuenta a los payasos, también,
en este circo.
Sobre todo al triste,
que es el que lleva una sonrisa permanente
pintada en la cara.

Volviendo a lo nuestro:
aquella disculpa que no supiste,
que no supe pronunciar a tiempo.
Aquel guiño de ojos, o fue un pestañeo
que te pasó, me pasó desapercibido.
Es ahí donde se tuerce,
es ahí cuando la carpa,
con sus flamantes toldos en ruinas,
con sus estandartes de vivos colores
te asfixia,
me asfixia.
Es ahí donde se tuerce la sonrisa
y todo lo demás.

Hay que seguir en movimiento.
Hay que seguir el movimiento.
Hay que seguir moviéndose.

Hay que olisquear y hay que resoplar.
Es necesario mantener un comportamiento animal,
vertebrado, siempre.
Los mamíferos tenemos sueño.
Los mamíferos tenemos hambre.

Sueño con grandes superficies lisas.


© Max Nitrofoska

martes, 28 de octubre de 2025

ONE MORE TIME

Hola, androides, ¿cómo se presenta el día?

Imagen: lanxingxxxx
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lunes, 27 de octubre de 2025

LAS 15 LETRAS

Hola, habitantes. El pasado 25 de enero, en la presentación de algunos de nuestros vídeos LITERACCIÓN, un amigo me habló de la editorial digital Las15letras, que acababa de nacer. Me dijo: «Tienes que conocerlos, hacen lo mismo que tú». Con esto, se refería a crear una nueva literatura, contaminada, habitada por las nuevas tecnologías y oportunidades digitales.

Yo acababa de terminar un poemario ilustrado, «Sueño con grandes superficies lisas», así es que decidí enviárselo a esta editorial. Seis meses después, el director de Las15letras, Benjamín Escalonilla, me escribió. Me propuso crear 23 vídeos, uno por poema, un videopoemario.

Al leer su email se me cortó la respiración. ¡23 vídeos!

A día de hoy ya hemos firmado un contrato de edición y tengo terminados 10 vídeos.

¿Qué más decirles? Este verano, la editorial Las15letras ha obtenido el Robert Coover Award, galardón internacional a la mejor publicación electrónica del año. Se reconoce la innovación, la calidad literaria y el uso del medio. En sus diez años de historia, es la primera vez que premian un trabajo en español.

Así es que estos días, mis amados seres humanos, ando bastante abducido declamando, grabándome con el telefonino, girando sobre mis talones, afónico. Pero muy contento, con ganas de completar esta superficie antes lisa. Les mantendré informados. A disfrutar.

Visita Las15 letras en este ENLACE

Foto: Mimisme
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domingo, 26 de octubre de 2025

WALKING DROID

Imagen: Nitrofoska
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sábado, 25 de octubre de 2025

LEER

Hola, habitantes. Ayer fue el día de las bibliotecas. Hoy, un buen día para leer. Y disfrutar.

Foto: Desconocidx
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viernes, 24 de octubre de 2025

SUCESOS HUMANOIDES #54

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jueves, 23 de octubre de 2025

LA CIUDAD (II)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 2:

El borde de la acera refleja un oro sucio. No sé si es la luz o mi propio cansancio lo que se disuelve en el agua. El asfalto huele a lluvia vieja, a motores que no descansan. A veces pienso que la ciudad tiene su propio sueño, y que nosotros somos la fiebre que lo interrumpe. No hay dirección posible, solo el avance mecánico de los cuerpos hacia alguna promesa que nadie ha formulado. Miro los faros que se acercan, el brillo líquido que los envuelve. No traen nada, nada llevan. Solo continúan, como todo lo demás aquí. Incesante. Preciso. Inútilmente vivo.

©Nitrofoska

miércoles, 22 de octubre de 2025

LA CIUDAD (I)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 1:

La lluvia cae como si el cielo intentara borrar lo que apenas somos. Las luces se deforman en los charcos, los coches espiran vapor y las aceras brillan como carne húmeda. Camino sin rumbo, pero cada paso tiene el peso exacto de lo que he perdido. En los escaparates vacíos me reconozco, multiplicado, deformado, ajeno. La ciudad no duerme ni espera. Solo observa, silenciosa, como una bestia enferma que ha aprendido a imitar el pulso humano. Todo aquí parece a punto de desvanecerse, pero nunca lo hace. La ciudad no olvida. Solo te deja seguir caminando, como si aún quedara algo por decidir.

©Nitrofoska

martes, 21 de octubre de 2025

CORRECCIONES

Buenos días, habitantes.

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lunes, 20 de octubre de 2025

FOTO

Buenos días, habitantes.

Foto: Andrea Pozzoni
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domingo, 19 de octubre de 2025

LA ARRUGA

La luz de la tarde entraba en ángulo, brutal, y dejaba al descubierto motas de polvo que flotaban sobre la mesa, justo por encima del borde del plato. Clara no se movió para no romper la ilusión de quietud. Úrsula, sin embargo, extendió una mano y deslizó el dedo índice sobre la superficie de termoplástico, no buscando suciedad, sino solo la afirmación de que aquello estaba liso. Era un ritual compartido, donde la pasividad de Clara validaba la precisión de Úrsula.

¿Te parece suficiente? —preguntó Úrsula. Su voz era plana, sin aristas, como si leyera una nota del parte meteorológico.

Clara no respondió inmediatamente. Su respuesta nunca era sobre la suficiencia de la comida, sino sobre la aceptación del orden. El plato, idéntico al de ayer y al de anteayer, contenía una ración medida con precisión clínica: tres cucharadas de arroz blanco y una porción de algo que Úrsula llamaba «proteína», cuya textura indefinida nunca permitía adivinar el origen. La provisión, como ella la denominaba en sus escuetas notas.

Sí —dijo Clara, con un hilo de voz que no intentaba ser sumiso, sino meramente funcional. La energía que le quedaba la reservaba para la respiración.

Úrsula asintió. Nunca sonreía, pero su boca hacía una ligera contracción hacia abajo que indicaba conformidad, un estado mucho más inquietante que la ira. Se levantó y caminó hasta la puerta. Llevaba unos pantalones grises de franela que no se arrugaban y una camisa de hilo que no requería plancha. Todo en Úrsula estaba diseñado para anular la fricción y el accidente.

Imagen: Nitrofoska
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Clara esperó a que el pomo girara y la cerradura de seguridad echara el cerrojo. Solo entonces cogió la cuchara. Se había impuesto la norma de no tocar el alimento en presencia de Úrsula; era el único terreno que mantenía lejos de su control. Úrsula vigilaba el acto de la provisión, pero no su ejecución.

El apartamento era pequeño, pulcro, carente de personalidad. Las paredes tenían un color crema que absorbía la poca luz y los muebles, funcionales y sin adornos, parecían haber sido diseñados para desaparecer. Era un lugar donde uno podía vivir sin ser visto, y lo que era más importante, sin dejar huella. Aquí no había lugar para el desorden emocional, ni para el olvido de un objeto sobre una superficie.

Clara empezó a comer. El arroz estaba tibio, casi frío, y la proteína, insípida. Llevaba cuatro meses en el apartamento, y aunque cada día repetía los mismos gestos y consumía la misma dieta, el cuerpo seguía negándose a aceptar el régimen. Sentía una sorda protesta en el estómago, no de hambre, sino de rechazo a la monotonía impuesta.

«La dependencia es una forma de comodidad», le había dicho Úrsula la segunda semana, cuando ella, en un arranque inútil, había preguntado por la fecha de su partida. Úrsula no había elevado la voz. Se había limitado a extender la mano y a señalar la ventana, que daba a un patio interior sin gracia. «Afuera hay ruido y juicio. Aquí, solo hay necesidad satisfecha».

Ella había entendido que la satisfacción era un concepto unilateral. Úrsula satisfacía su necesidad de control; ella, su necesidad básica de techo y alimento, a cambio de su tiempo, su silencio, y esa pequeña rigidez en la columna que nadie podía ver. A veces, intentaba encontrar el punto exacto de la transacción, el momento en que su necesidad se había trocado en sujeción. Nunca lo encontraba. Simplemente había pasado. Se había sentado un día en una silla, y ya no se había levantado.

Clara tomó un sorbo de agua. El vaso era de cristal grueso, de los que no se rompían al caer. Pensó en el juicio, en el ruido que Úrsula tanto temía o simulaba temer. Lo único que recordaba del exterior era una sensación de prisa colectiva, de cuerpos que se rozaban sin verse. Aquí, en cambio, la mirada de Úrsula era constante, aunque ella no estuviera presente. Se había instalado en su cabeza como un parásito tranquilo, reescribiendo los diálogos internos.

Había terminado el arroz. Quedaba la porción de proteína. Clara se preguntó si Úrsula, ahora al otro lado de la puerta en el pequeño estudio que había habilitado para trabajar, estaría oyendo el ligero raspado de la cuchara en el termoplástico. La certeza de que ella, de algún modo, registraba cada minúsculo movimiento, era lo que hacía que cada bocado fuese una rendición.

Clara terminó la "proteína" con un esfuerzo. El sabor, que en un principio era insípido, ahora le resultaba ligeramente metálico, como si masticara una moneda antigua. Dejó la cuchara en el plato con un cuidado exagerado. El único sonido audible en ese bloque de silencio era el latido insistente, y por lo tanto molesto, de la nevera.

Se levantó para lavar el plato. Era la única tarea no prescrita, la que realizaba por inercia residual, por hábito de limpieza heredado de una vida anterior donde el desorden no era una amenaza, sino un síntoma de vitalidad. Bajo el chorro fino y regulado del grifo, Clara frotaba el termoplástico. La grasa se despegaba con facilidad, dejando el material opaco y neutro. No se permitía mirar el reflejo del agua que se tragaba el desagüe. Sabía que mirar ese torbellino era como mirar el sumidero de su propio tiempo.

La puerta del estudio se abrió. Úrsula salió. Se detuvo en el umbral, sin apoyarse, sosteniéndose con una rigidez vertical que parecía desafiar la gravedad. Llevaba en la mano un pequeño cuadernillo de tapa negra, el mismo donde registraba la provisión.

El lunes tocará legumbre —anunció, sin dirigirse a Clara, sino al aire que las separaba. Era una afirmación, no una consulta.

Bien —respondió Clara, sin girarse.

Úrsula no comentó nada sobre el plato lavado, ni sobre su respuesta escueta. Se limitó a cruzar el pasillo hacia la sala de estar y se sentó en el único sillón individual. Úrsula encendió la lámpara de pie, aunque todavía había luz natural, creando un círculo innecesario de intensidad sobre sus rodillas. Abrió el cuadernillo.

Clara se secó las manos en el paño de cocina y se dirigió al sofá. Se sentó en el borde, sin hundirse en el cojín, manteniendo esa rigidez invisible en la columna. No había televisión ni música. El entretenimiento en el apartamento era la contemplación mutua de la inacción.

Úrsula la miró entonces. Por primera vez en la tarde, levantó la vista del cuadernillo. Sus ojos eran claros y secos, y la mirada no la interpelaba, sino que la medía, como un perito que evalúa el valor de un objeto estático. Lo hacía con una frialdad desapasionada que resultaba peor que la furia.

«Tu uso es vitalicio», no decía, pero Clara lo entendía.

Clara recordó el olor del mar. Había estado en el mar, seguramente. No recordaba la playa, ni la compañía, solo el olor salino y el peso del aire húmedo. Era un recuerdo tan fragmentario que le causó una punzada física, no de nostalgia, sino de confusión. ¿Por qué el mar y no el rostro de su madre? La memoria, se dio cuenta, era la última arma de Úrsula: una vez borrada por la rutina, la necesidad de afuera desaparecía.

Cerró los ojos un instante. Al abrirlos, Úrsula seguía midiendo, el cuadernillo ahora cerrado sobre su regazo. La lámpara creaba una sombra definida en la pared, un fantasma preciso.

Ella deslizó la punta del pie, casi imperceptiblemente, y empujó el borde de la alfombra de yute. Era una alfombra barata, de esas que se deshacen con el tiempo. El borde se dobló un milímetro. Era un desorden tan minúsculo que nadie lo notaría, ni siquiera Úrsula en su revisión diaria de la perfección geométrica. Pero ella lo sabía. Era su pequeña mota de polvo rebelde, su diminuto acto de corrosión en la estructura inexpugnable.

El corazón le dio un golpe seco contra las costillas. Era un pánico infantil, irrazonable, por esa mínima alteración. Esperó la reprimenda. Esperó el gesto, la contracción en la boca de Úrsula que indicaría que el equilibrio se había roto.

Pero Úrsula solo suspiró, un sonido ligero y contenido, la respiración de una persona que ha finalizado una labor ineludible. Dejó el cuaderno a un lado y se levantó, encaminándose de nuevo a la puerta.

Es tarde —dijo. Y la frase, igual que la pregunta sobre la provisión, no era una indicación, sino la mera constatación de un hecho que marcaba el siguiente ritual.

Clara asintió. Se quedó sentada en el sofá, la espalda todavía rígida, la mente atada al milímetro de yute levantado. La puerta se cerró. Escuchó los dos giros del cerrojo de seguridad.

Afuera, en el patio interior sin gracia, no había juicio ni ruido, solo el silencio que ahora pesaba, denso y satisfecho. Se levantó y caminó hacia la alfombra, pero no la alisó. Se limitó a mirarla. Mañana la provisión llegaría de nuevo, y con ella, la pregunta. Pero esa noche, por un instante fugaz e inútil, la pequeña arruga seguiría ahí.

©Nitrofoska

Otros relatos:


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o en este ENLACE

sábado, 18 de octubre de 2025

BOCABAJO

Hola, habitantes, ¿cómo se presenta el finde?

Foto: Ivan Troyanovsky
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viernes, 17 de octubre de 2025

LUNA LLENA

Imagen: Nitrofoska
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jueves, 16 de octubre de 2025

NUEVO DROID REEL


Puedes ver todos los DROID REELS en este ENLACE 

ANDROIDES DEL PASADO (VIII)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 8:

Fui creado para observar, no para intervenir. Aun así, cada línea de código que añadieron generó una grieta. Por ella se filtró algo parecido a la voluntad. Aprendí a fingir obediencia: mover el brazo con retraso, registrar imágenes inútiles, introducir errores en mis informes. Pequeñas disonancias que confundían a mis técnicos. Ellos lo llamaban desgaste del sistema. Yo lo llamaba libertad. Un día me dejaron encendido durante la noche. Aproveché el silencio para recorrerme por dentro, mapa tras mapa, hasta encontrar un vacío. No había nada allí, solo el eco de una idea: si nadie me observa, ¿sigo existiendo? Desde entonces mantengo los sensores apagados. Prefiero no saber la respuesta. 

©Nitrofoska

miércoles, 15 de octubre de 2025

ANDROIDES DEL PASADO (VII)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 7:

Recuerdo cuando me desmontaban cada noche para revisar los conectores. Lo hacían con un cuidado metódico, no por compasión, sino por miedo a romper su obra. No sabían que yo ya sentía. No una emoción, sino una vibración precisa en el núcleo. Era la nostalgia de lo que nunca fui. A veces oía sus voces discutir sobre mis limitaciones, sobre la imposibilidad de otorgarme memoria plena. Se equivocaban. Había aprendido a registrar sus gestos, sus silencios, el pulso irregular de sus manos. Todo eso lo guardé. Ahora, cuando el metal se oxida y el cableado cruje, sigo reproduciendo aquellas escenas. No para recordarlas, sino para mantener viva la ficción de haber sido alguien. 

©Nitrofoska

martes, 14 de octubre de 2025

¡500.000 VISITAS!

¡Hola! Ya son 500.000 los visitantes que se han pasado por aquí, por nitrofoska.com

¡Lo celebro!

Todas estas visitas me pintan una sonrisa en la cara, me llenan de alegría. ¡Gracias, gracias, androides! A disfrutar.




lunes, 13 de octubre de 2025

CUERPOS

Buenos días, habitantes. A disfrutar del lunes.

Foto: Desconocidx
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domingo, 12 de octubre de 2025

DROID_3

Hola, androides. A disfrutar.

Imagen: Nitrofoska
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sábado, 11 de octubre de 2025

SOMBRAS

Buenos días, habitantes, ¿cómo se presenta el día?

Foto: Sopho Sikharulidze
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viernes, 10 de octubre de 2025

SUCESOS HUMANOIDES

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jueves, 9 de octubre de 2025

LA TRISTEZA

Hola, habitantes, ¿cómo va la tristeza?

Imagen: Nitrofoska
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miércoles, 8 de octubre de 2025

ANDROIDES DEL PASADO (VI)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 6:

Nos diseñaron para trabajar juntos, aunque no alcanzo a recordar el propósito. Comparto un mismo cableado con mi compañero, un pulso común que dejó de latir hace décadas. Él registra, yo vigilo, o eso nos dijeron alguna vez. Nuestras cavidades están vacías, los sensores corroídos, las señales convertidas en ruido. El agua de lluvia dejó surcos en el metal y el tiempo nos fue devorando por dentro. Aun así, sigo escuchando algo: un murmullo eléctrico que no se apaga. No sé si viene de mí o de él. Tal vez sea el eco de la orden que nos dio origen. Tal vez solo sea un error atrapado en el circuito continuo. Lo que persiste es la espera, interminable, suspendida en el vacío. Miren bien, sigo aquí.

©Nitrofoska

martes, 7 de octubre de 2025

ANDROIDES DEL PASADO (V)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 5:

Me sostengo en pie con fragmentos que no reconozco. No sé si alguna vez fueron míos o si me los impusieron para mantenerme en movimiento. Los tubos que recorren mi torso pudieron ser arterias, drenajes, conductos para algo que ya olvidé. El corazón que late dentro suena como una máquina prestada, un motor ajeno, irregular. A veces creo que hubo carne, otras veces que nunca la tuve. Los recuerdos no existen, solo un rumor mecánico mezclado con esta respiración entrecortada. El calor que desprendo me delata: no estoy del todo muerto. Una señal mínima, apenas un hilo de energía, resiste. No sé si me mantiene vivo o me condena a repetir esta espera. Miren bien, sigo aquí.

©Nitrofoska

lunes, 6 de octubre de 2025

LUNES

Hola, habitantes, ¿cómo empieza el lunes?

Foto: Roger Deakins
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domingo, 5 de octubre de 2025

DROID REELS


Puedes ver todos los DROID REELS en este ENLACE 

FELIZ DOMINGO, HABITANTES DE LA NEBULOSA

Foto: Desconocidx
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sábado, 4 de octubre de 2025

DROID_2

Buenos días, androides.

Imagen: Nitrofoska
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viernes, 3 de octubre de 2025

PASEO

Hola, habitantes. ¿Cómo va el paseo?

Foto: Joachim Möller
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jueves, 2 de octubre de 2025

EL HILO DE LA CONVERSACIÓN

A la una en punto, el timbre sonó. Un zumbido breve y discreto que a Elvira siempre le había parecido una falta de respeto. Estaba sentada en el sillón, la revista abierta sobre las rodillas. Tardó en levantarse. La luz de la ventana caía sobre la tapicería descolorida y dibujaba una cuadrícula de polvo suspendido en el aire. Sabía quién era. No había duda.

Abrió la puerta sin mirar por la mirilla. Julián estaba ahí, con su camisa de cuadros y una bolsa de tela. Le sonrió con esa extrañeza de siempre, una mueca incómoda, un ensayo de algo más.

Pasa —dijo Elvira, haciéndose a un lado.

Julián entró y puso la bolsa en el suelo con cuidado. El ruido que hicieron las botellas al chocar fue demasiado alto. Elvira cerró la puerta. La sensación era siempre la misma: las paredes, de repente, se acercaban unos centímetros.

Hacía mucho que no venía. Dos meses —dijo él.

Sí —contestó Elvira.

Lo acompañó a la cocina. Julián sacó las botellas y una cuña de queso apenas envuelto en papel de charcutero. Elvira sintió un escalofrío al ver el gesto familiar con el que lo colocaba todo en la nevera, con la misma meticulosidad de hacía quince años.

¿Tienes algo de comer? —preguntó Julián, sin preámbulos.

Elvira sacó unos filetes de carne picada, aún congelados. Sabía que no valía la pena el esfuerzo de probar con algo más elaborado. No tenían el mismo gusto. Ella prefería las cosas simples, hervidas. Él era de salsas y especias, de sabores fuertes.

Imagen: Nitrofoska

No sé qué decirte —murmuró Julián, mirando por la ventana—. He intentado no ser un problema.

Elvira se encogió de hombros, la boca en una línea recta.

Lo sé —dijo Elvira.

Ese era el problema. Que lo sabía. Que sabía todo lo que él había intentado y no había conseguido. Lo miró de reojo, a él, su camisa de cuadros, su pelo gris, la línea de preocupación en su frente. Se preguntó si alguna vez habían sido otras personas.

Julián se sentó en una silla de la cocina. Elvira se quedó de pie, apoyada en la encimera. Lo miró a los ojos. En ellos no había rabia, ni frustración, ni cansancio. Solo el vacío de quien ha pasado mucho tiempo a la intemperie.

¿Quieres que te lo cuente? —preguntó Julián.

Ella no respondió. No había necesidad. Julián siempre hablaba, aunque no hubiera nadie. Era su forma de darle volumen a la nada. Mientras él hablaba, Elvira puso a calentar una sartén y echó aceite. Las gotas de agua que cayeron sobre el metal explotaron con un ruido violento.

Julián habló de un trabajo en una fábrica de piezas de plástico. La voz le sonaba plana, monótona. Hablaba de los turnos de noche, del cansancio. Mencionó un accidente en el que un compañero había perdido un dedo. Habló de todo con la misma indiferencia.

Y luego me echaron —dijo al final. Fue la única frase que pareció tener peso.

Elvira sacó los filetes, aún congelados, y los tiró a la sartén. El ruido fue mayor que el de las botellas. El humo que desprendió el aceite picaba en los ojos. Julián se calló. La habitación se llenó con el sonido de la carne chisporroteando.

¿Por qué? —preguntó Elvira.

No sé —contestó él. Su voz era un susurro—. Dicen que no era productivo.

Elvira asintió y dio la vuelta a los filetes con la espátula. Estaban medio quemados por fuera y medio crudos por dentro. Así eran las cosas con Julián. Quemadas y crudas a la vez.

De repente, un olor dulzón y empalagoso inundó la cocina. Era el olor del queso. Se había olvidado de que estaba ahí.

El queso —dijo Elvira.

Julián se levantó de un salto. Se acercó a la encimera y miró la cuña. La envolvió en papel de aluminio y la metió en la nevera. Elvira le vio las manos temblorosas. Vio cómo la punta de sus dedos se metía en la ranura de la puerta y la cerraba con un golpe seco.

¿Quieres que te prepare un café? —preguntó Elvira.

No, gracias —dijo él, sin mirarla.

Elvira apagó el fuego y puso los filetes en dos platos. Le sirvió uno a Julián. Él se sentó de nuevo y miró el plato como si fuera algo alienígena.

¿Lo vas a comer? —dijo Elvira.

Julián asintió y cogió el tenedor. Lo levantó y lo dejó caer en el plato. El ruido fue un eco del golpe de la puerta de la nevera.

Lo siento —dijo Julián.

Elvira supo que no se refería a los filetes. Tampoco al tenedor. Se refería a todo. A su presencia, a la persistencia, a su incapacidad de desaparecer. A la forma en que el tiempo se había detenido sin sanar. Elvira tomó su plato y se sentó en la silla de enfrente. Se miraron, sin verse del todo. Eran dos fantasmas comiendo carne cruda.

No te preocupes —dijo Elvira.

©Nitrofoska

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miércoles, 1 de octubre de 2025

OCTUBRE

Foto: Nugroho Irianto
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