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domingo, 30 de marzo de 2025
viernes, 28 de marzo de 2025
miércoles, 26 de marzo de 2025
CANTAR CASI → LOS PÁJAROS
Hola, hermosas criaturas del cosmos. Hoy os traigo mi poema CANTAR CASI junto con la obra gráfica LOS PÁJAROS, que creé para ilustrarlo. También el vídeo homónimo que hemos realizado en la banda LITERACCIÓN. Poesía, imagen, luz, humo y ruido, muy mezclado. A disfrutar.
Texto e imagen: Nitrofoska
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CANTAR CASI
acción,
derroche de acción
bordea la cornisa
sin escape,
como liebre escondida
entre la maleza,
pies desnudos por la hiedra
que crece con fiereza,
crece, crece,
casi crece
y a veces sonríe en la niebla
cuando tú apareces,
y es que tu sonrisa lo ilumina todo,
hasta los gallos abrasados por el desorden,
hasta el desorden abrasado por cuentos inacabables
que sin embargo,
un día,
terminan y te encuentran
tendida en la cama, con las manos entrelazadas bajo la nuca,
rodeada de pájaros, siempre,
siempre donde estás tú hay pájaros
volando en el cielo,
y aletean,
sonríen,
y el día es inmenso
y el mundo es pequeño, te cabe en una mano
y tiemblo solo de pensar
que en un momento voy a verte,
y te veo,
y es entonces cuando la comisura
de la liebre
derrocha acción
entre la maleza
abrasada por los gallos
de crestas rojas
y olas rojas
y mentes rojas
y excusas rojas
y rojas palabras que no cesan de repetirse
mientras los relojes se alojan en tu cabeza,
cuántas cosas inútiles en tu cabeza,
cuánto tic-tac inútil en tu cabeza,
deja, deja, deja de contar los minutos,
si total tienen todos 50 o 60 segundos
o alguno más pero esos no cuentan,
como tus besos en invierno,
secos, oscuros, traviesos, pero no,
solo oscuros,
y cesan,
en la noche,
en la oscuridad
de tu pelo,
y callan
los pájaros,
esos pájaros que nunca callaban
callan ahora
y no lo entiendo,
no lo quiero entender
y miro a otro lado, al verano,
al verano de al lado,
al verano que quema,
al sol que abrasa,
al aftersun que brilla en la arena
y me deja las manos pringosas
porque es grasa,
es grasa para que la piel no sufra,
dicen,
me dijeron,
creo que para eso sirve
embadurnarse de grasa,
embadurnarse de cien cosas su-per-fi-ciales
y te hundes,
ahora ya sí el mar te cubre
y yo asustado pensando que te ahogas,
que esta vez sí que te ahogas
de tanto esperar que suceda,
que los pájaros vuelvan a cantar en tu ventana
y en la mía, que es la misma ventana
por donde veo el mundo
que gira, enloquecido,
blandiendo estandartes de colores vivos,
banderas
escudos
violetas
amapolas
incienso y opio
en la cripta donde te adoro,
donde te quité esa falda de color rojo y oro
por primera vez
y me la comí mientras fumabas
los codos en la ventana,
qué rica estaba
aquella falda,
aquella blusa también
pero la falda estaba mejor,
mejor planchada,
perfumada con jazmines,
como tus manos
de dedos firmes,
de dedos largos
que acarician
y acarician
y acarician
y a veces hasta creo que me desmayo
de las oleadas que me provocas, niña,
con tus pájaros violetas,
tus mañanas de tortilla francesa,
esos balcones con tiestos y cenefas,
aquella bonita camiseta
que escapa de la demolición
como la fruta fresca,
que escapa de la podredumbre
porque tú la pintas de fresa,
que escapa del aroma inmune
cuando entras tú en la fiesta,
que escapa de un sinfín de laberintos
que se tuercen,
se complican
en tinglados de hierro oxidado,
muy oxidado,
que te miran con sorna cuando te atraviesan el vientre,
y duele,
duele pero escapé,
pienso,
escapé de aquella como de tantas otras
y los pájaros siguen ahí, siguen y siguen y siguen ahí,
cantan, pían, remueven los arbustos,
picotean lo que tengan que picotear
y se van a otro lado,
frescos, los pájaros siempre están frescos,
picotean como si nada
y si se pone a llover se guarecen
en el hueco de un árbol,
ahí, ahí, en el hueco de ese árbol donde anidan
los más hermosos pájaros es donde te veo a ti,
donde estás tú,
donde vives,
y quiero vivir yo también junto a ti,
aunque igual ya ni siquiera hay pájaros
y me los he imaginado yo
o los hemos imaginado los dos
o los ha imaginado el androide supremo
o ni siquiera son pájaros,
dice alguien
ahí,
desde el fondo,
siempre hay alguien que opina cuando dices algo
y se queda tan anchx,
llevas toda una vida pensando en pájaros
y en violetas
y en escamas
y en susurros de hielo
y viene alguien y opina y te lo tumba en un momento
o no
que si los pájaros no existen
o sí
que si los pájaros no vuelan
sobre tus caricias,
que si los pájaros destapan
tus arañazos,
que si los pájaros
son siempre los que muerden,
los que minan el tiempo,
los que sonríen al clavar el puñal,
los que elevan el vuelo y te dicen
algo en inglés
o en francés
o en chino,
en realidad no importa
porque nunca entendiste a los pájaros
y ahora, al escucharte hablar
pareces un experto en pájaros,
ornitólogo mayor del reino
hablando de plumas y vuelos,
solo lo intento,
está bien, inténtalo,
pero poco, pero casi,
no nos rompas la cabeza a todos
con tanta paloma,
con tanto mirlo,
que los demás no sabemos
cómo es su plumaje,
dónde está su nido,
aquí lo que vuela quema gasolina, amigo,
lo que nos gusta
son aviones que despegan furibundos,
motores de explosión y llamas de acero,
nos gusta que sea así, ¿entiendes?,
no nos vengas con tu alpiste, tus trinos
y tus huecos en los árboles,
¿pero qué árboles?,
los árboles no existen,
nadie los ha visto,
y si alguien los ha visto
ya no los recuerda,
y si los recuerda es porque los vio en un documental o en la tele
en color, en dolby,
como marca la ley,
porque allí afuera hace frío, y viento, y no se puede estar,
no se puede amar ni sentir,
lo sabes bien,
allí afuera vive el monstruo de la libertad,
la peligrosa libertad que huele fuerte,
la trampa libre que nos muestra
como un canto de sirena,
que es posible la ilusión,
la libertad,
que es posible el sueño continuo,
la libertad,
que somos capaces de alcanzar el horizonte,
la libertad,
que nada está tan lejos como se ha dicho,
tan lejos o más que la muerte,
que es el fin
o no
la muerte
no
tu ausencia
sí,
es el fin
para mí,
sin tus pájaros,
sin tus cantos,
sin los días apretados
que terminan sin haber empezado apenas,
casi te veo,
en la penumbra,
y canto,
canto casi entre las velas,
canto casi entre las sombras
y los vuelos
y las sonrisas que brillan,
la tuya,
en mil reflejos de arroz entre tus labios,
sobre tus párpados,
sobre tu pecho de fuego helado,
sobre tus caricias y tus manos,
tus arañazos,
tus besos dorados
y el intenso deseo
de que tus pájaros estén allí todavía
y canten una vez más
para ti,
canten una vez más para mí,
canten una vez más para los dos
→ → → Vídeo LOS PÁJAROS:
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lunes, 24 de marzo de 2025
EL ATRACO
Hola, androides. Hoy les traigo un nuevo vídeo desde nuestro asteroide LITERACCIÓN.
Es
un atraco. Es EL ATRACO. Disfrutanka.
domingo, 23 de marzo de 2025
viernes, 21 de marzo de 2025
NITROFOSKA TOP MODEL
Hace unos días recibí por Instagram un mensaje de un ser humano inglés, de Inglaterra. Me dijo que estaba buscando modelos originales, fuera de lo común para vestir las camisetas que él mismo diseña y fabrica.
Me propuso enviarme algunas de sus prendas para que yo las vistiera, me fotografiara con ellas y subiera las fotos a mi web y mis redes.
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No me pareció mala idea. Pero durante la conversación, en un momento dado, mi interlocutor inglés desapareció. Yo pensaba que estaría decidiendo qué camisetas enviarme, o de qué modo, pero lo que recibí fue el siguiente mensaje, en inglés, como se desarrolló la conversación. Este es el mensaje traducido:
«Hola y bon dia. Siento haber estado callado, pero, para ser sincero, he estado intentando averiguar quién eres a través de algunos amigos en España, pero no he obtenido una respuesta satisfactoria. Así que voy a ser directo y preguntarte sobre tus opiniones políticas: ¿eres de izquierda, derecha o centro? Perdona por ser tan directo.»
Esta ha sido mi respuesta. Esta vez en español. Por lo menos, que se tome la molestia de traducir.
«Qué bueno, tú y tus amigos de España me habéis hecho feliz, todo mi camino en estos años no ha sido en vano. Al fin estoy fuera de ese tándem maquiavélico y esquizoide izquierda-derecha. No me puedes encasillar, te resulta difícil ponerme una etiqueta. Fantástico.
Gracias por el cumplido. Ese era mi objetivo principal cuando me presenté como androide a la alcaldía de Madrid en 2011.
Si quieres saber algo sobre mí puedes averiguarlo por ti mismo en mi web. Ahí tienes más de 50 poemas míos, además de una docena de relatos, todo en abierto. También mi música, algunas de mis canciones. Y dos libros que he escrito, disponibles en Amazon y en la web de la editorial, uno de ellos traducido al inglés. También tienes más de 1000 entradas en mi blog.
Espero que vender camisetas se te dé mejor que encontrar modelos para lucirlas. Un saludo. Cuídate.»
Buenos días, mis androides. A disfrutar.
miércoles, 19 de marzo de 2025
EL PLATO PERFECTO
El restaurante no tenía nombre ni dirección. No había letrero ni reservas, ni listas de espera ni críticas en los suplementos gastronómicos. Su existencia era un rumor entre los círculos más cerrados de la ciudad: inversores que jugaban con su propia quiebra, actores con el rostro marcado por cirugías excesivas, arquitectos que diseñaban edificios imposibles en la Costa Azul. Lo mencionaban en voz baja, como un pecado confesado sin culpa.
—Si tienes suerte, te encontrarán ellos —me dijo un productor de cine, con el aliento húmedo por la ginebra. Lo encontré dos semanas después en su apartamento, desnudo y con los ojos fijos en el techo. La policía cerró el caso como un ataque cardíaco.
El chef se llamaba
Montalbán. No era su verdadero apellido, pero nadie usaba nombres
reales dentro del círculo. Su cocina era un reflejo de su
personalidad: meticulosa, sin adornos, reducida a la esencia de la
experiencia. No importaban los ingredientes, ni el origen de los
productos, ni las recetas. Solo el impacto.
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Se hablaba de clientes que habían probado su plato estrella y no habían querido volver a comer otra cosa. La expresión exacta variaba —unos decían que la comida los había «perfeccionado», otros que habían «trascendido»—, pero el patrón era el mismo: desaparecían. Sin dejar rastro.
A finales de agosto, recibí la invitación. Un mensaje en mi teléfono, sin número de remitente: «Estás preparado». La dirección llegó unas horas después.
El lugar estaba en el sótano de un antiguo edificio de oficinas, en un barrio donde la gentrificación aún no había erradicado del todo los solares vacíos ni las ratas que corretean a plena luz del día. La puerta era de acero, sin pomo ni timbre. Antes de que pudiera tocar, se abrió desde dentro.
La mujer que me recibió tenía la piel tersa y los ojos brillantes, como si hubiera sido diseñada en un laboratorio de bioingeniería. Me guio por un pasillo iluminado con lámparas de luz fría. Al fondo, la sala del comedor.
No había ventanas, solo una única mesa de mármol negro rodeada por sillas de diseño. Tres personas ya estaban sentadas, en silencio, con los ojos bajos. Vestían trajes oscuros, y sus rostros parecían haber pasado demasiado tiempo sin luz natural. Una atmósfera de anticipación flotaba sobre ellos, como si estuvieran a punto de presenciar un ritual.
El chef apareció sin anunciarse. Alto, delgado, con un uniforme impecable y guantes quirúrgicos. Colocó un plato frente a cada comensal. La carne tenía un color imposible, un brillo húmedo que no se parecía a nada que hubiera visto antes.
—Coma —dijo.
El primer bocado fue una revelación.
La carne no tenía textura. No era fibrosa ni blanda ni elástica. No era grasa ni magra. No tenía un sabor definido, pero lo evocaba todo. Una memoria de todos los alimentos que había probado en mi vida se superpuso sobre mi lengua, como si las sinapsis de mi cerebro hubieran sido reconfiguradas para interpretar el gusto como un archivo infinito de experiencias gustativas. Un destello de infancia, el crujir del azúcar de una manzana en septiembre. La viscosidad de una ostra en una playa desconocida. El amargo retrogusto del caviar barato.
El segundo bocado fue distinto. Más preciso. Como si el plato se estuviera adaptando a mí. Lo que quedaba en el tenedor vibraba con una consciencia sorda, algo incognoscible pero familiar.
En algún punto dejé de masticar y simplemente absorbí la comida, sintiendo cómo su textura desaparecía en mi boca, como si nunca hubiera estado allí. A mi alrededor, los otros comensales ya no existían. Solo el plato. Solo la carne perfecta, cuya presencia borraba la necesidad de cualquier otra cosa.
—Algunos lloran —susurró Montalbán a mi oído—. Otros intentan describir lo que sienten. Tú solo estás cayendo en el abismo.
Intenté responder, pero mi lengua estaba paralizada. Un cosquilleo me recorrió el pecho. Mi corazón latía con una cadencia anómala. Me obligué a levantar la vista. Uno de los otros comensales, un hombre de mediana edad con la mandíbula crispada y los ojos vidriosos, se llevó una mano al pecho y cayó de costado, derribando su silla con un golpe seco.
Nadie se inmutó.
La mujer que me había recibido apareció en silencio y lo retiró del suelo con una facilidad que no correspondía a su delgada complexión. Como si levantara un maniquí.
—No todos están preparados —dijo Montalbán.
La luz de la sala parecía haber cambiado. O quizá mi percepción ya no fuera la misma.
—¿Qué es esto? —conseguí murmurar.
Montalbán sonrió. Su rostro se veía más joven de lo que recordaba, como si el tiempo hubiera retrocedido algunos años en el breve intervalo en que lo había observado.
—No hay palabras para describirlo. Pero tú, ahora, lo entiendes.
Miré el plato. Algo dentro de mí sabía que nunca volvería a probar otro alimento. Cualquier otro sabor sería un eco diluido de este instante, un reflejo turbio en la superficie de una memoria incompleta. Un hambre primitiva me recorrió el cuerpo.
—No hay marcha atrás —dijo Montalbán, retirando mi plato con un movimiento preciso.
Sentí terror. Terror a perderlo. Terror a la ausencia.
Intenté aferrarme al plato, pero Montalbán ya lo había apartado. Me miró con una mezcla de desaprobación y lástima.
—Mañana te darás cuenta. Cuando despiertes y entiendas que el mundo ha perdido toda su intensidad.
El aire de la noche me golpeó el rostro con la violencia de la asfixia.
Intenté recordar lo que había probado, describirlo con palabras. Cada intento se deshacía antes de concretarse. Como intentar recordar un sueño al despertar.
Detrás de mí, la puerta de acero del restaurante se cerró con un sonido hermético.
Empezó a llover.
©Nitrofoska
lunes, 17 de marzo de 2025
domingo, 16 de marzo de 2025
ROMOLO Y REMO
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viernes, 14 de marzo de 2025
jueves, 13 de marzo de 2025
martes, 11 de marzo de 2025
DISTANCIA DE LUZ
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Evoco tus imágenes, te veo deslizar el muslo
sobre el respaldo de ese sofá multiforme.
Multiforme no, lo que quiero decir es que el sofá
toma la forma que tú le das,
tú das forma a los objetos que te rodean,
a todo lo que te rodea.
Eres radiante en uno o varios frentes,
dices las cosas sin que nadie se dé cuenta
de que esta vez has alzado la voz.
Bueno, eso de alzado es un decir,
porque en realidad lo que haces es susurrar algo
en una lengua extranjera,
asiática, creo,
hablas en japonés,
como una geisha enfundada en un traje de seda,
mariposa atrapada en camisa de fuerza,
inmóvil y feliz dando zarpazos.
A menudo te veo en secuencias, como en el cine.
A una distancia de luz, te veo,
te siento.
Lejana y luminosa.
Me acerco al resplandor.
Voy a tocar tu piel multiforme.
No eches a volar.
Aún no.
© Nitrofoska
domingo, 9 de marzo de 2025
viernes, 7 de marzo de 2025
miércoles, 5 de marzo de 2025
PRUEBA DE AMOR
Él sostenía el cuchillo con la confianza de quien nunca ha sentido verdadero miedo.
—No es tan grave —dijo, girando la hoja entre los dedos—. Un dedo no es casi nada.
Ella lo miró en silencio. Él sonreía, pero en sus ojos había algo más. Una chispa. Una prueba que no había sido anunciada como tal, pero que pendía en el aire, invisible, esperando ser superada.
—Es solo un meñique —insistió él—. Un sacrificio mínimo para algo tan grande como el amor.
El cuchillo brillaba bajo la luz de la lámpara. No era un arma, sino un utensilio de cocina. Nada amenazante. Nada que pudiera hacer daño si uno mantenía el control.
Ella tragó saliva. Su amor era real, lo sabía. Pero en la voz de él había algo hipnótico, algo que la atrapaba y la arrastraba más allá de la razón.
—¿Juntos? —preguntó ella, sin darse cuenta de que su propia voz sonaba más débil de lo normal.
Él asintió con seriedad.
—Juntos —confirmó—. Al mismo tiempo.
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Se tomó su tiempo en colocar la tabla de cortar sobre la mesa. Nada improvisado. Nada impulsivo. Un gesto simbólico, limpio.
—Cuenta hasta tres —susurró ella.
Él le sostuvo la mano y la acomodó junto a la suya.
—Uno…
Ella sintió su piel erizarse.
—Dos…
El cuchillo estaba firme en su mano.
—Tres.
El golpe fue seco.
El dolor, inmediato.
El dedo cayó.
La sangre brotó.
Ella gritó.
Y él, él no.
Ella abrió los ojos, el dolor latiéndole en la mano como un tambor de guerra, y vio su dedo en la mesa. Pero cuando miró la mano de él, seguía intacta.
Él la observó con los labios entreabiertos, como si no pudiera creer lo que veía.
—Lo hiciste —dijo en voz baja.
Ella respiraba rápido, sintiendo el calor pegajoso de su propia sangre.
—Tú no —susurró.
—No pensé que lo harías.
Su voz ya no era firme.
Ella sintió un escalofrío subirle por la columna.
—Era la prueba —dijo.
Él desvió la mirada, incómodo.
—No significaba que debías hacerlo.
—Pero tú me lo pediste.
—Fue una idea. Un juego.
Ella sintió el aire volverse pesado.
Un juego.
Su dedo, sobre la mesa.
La tabla de cortar, manchada de rojo.
El cuchillo en la mano de él, limpio.
Un juego.
Algo se quebró en su interior.
—Tenemos que vendarte —dijo él.
Se levantó y caminó hasta el botiquín con movimientos apresurados. No la miró a los ojos cuando regresó. Le envolvió la mano con una venda y presionó fuerte, como si con eso pudiera detener algo más que el sangrado.
—No fue mi intención —dijo en voz baja—. Te exaltaste.
Ella lo miró fijamente.
—¿Yo?
—Sí. Entraste en la idea demasiado rápido. No me diste tiempo a explicarlo bien.
Ella sintió la venda apretar su piel. No tanto por su fuerza, sino por las palabras.
Él desvió la mirada.
—Lo importante es que estamos bien.
La habitación estaba en silencio.
Ella bajó la vista. Su dedo seguía ahí.
Él lo notó.
—Será mejor deshacernos de eso.
Ella no respondió.
Él se levantó y tomó el dedo con un papel de cocina, con cuidado, como si no quisiera tocarlo demasiado. Se acercó al cubo de la basura.
Ella sintió un latigazo frío recorrerle la espalda.
—No.
Él se detuvo.
—¿No qué?
Ella se levantó, aún mareada por la pérdida de sangre.
—No lo tires.
—¿Para qué lo quieres?
Ella lo miró con un brillo turbio y nuevo en los ojos.
—Para recordarlo.
Él tragó saliva.
—Es mejor olvidarlo.
Ella dio un paso hacia él.
—Si lo olvido, entonces tú también te olvidarás.
Él frunció el ceño.
—No es necesario hacer de esto un drama.
Ella sonrió.
—Tienes razón.
Se giró hacia la mesa y tomó el cuchillo con la mano que le quedaba sana.
Él tardó un segundo en reaccionar.
—¿Qué haces?
Ella no respondió. Solo giró el cuchillo en su mano y, con un movimiento veloz, se lo clavó en la palma.
Él lanzó un grito y cayó de rodillas, con la mano atravesada por la hoja.
—¡¿Estás loca?!
Ella lo miró con la cabeza ladeada.
—Ahora sí estamos iguales.
Él intentó sacar el cuchillo, pero el dolor lo paralizó. Ella se agachó junto a él, respirando con calma.
—No te preocupes, amor —susurró—. La herida sanará. Y con el tiempo, olvidarás que te duele.
Él la miró, con la respiración entrecortada.
—Necesitamos un hospital.
Ella negó con la cabeza.
—No. Lo que necesitamos es equilibrio.
Se levantó con lentitud y miró la mesa.
Allí, junto al cuchillo manchado de sangre, seguía su dedo amputado.
Lo tomó entre sus dedos, lo sostuvo frente a él y le sonrió.
—Podemos intentarlo de nuevo.
©Nitrofoska
lunes, 3 de marzo de 2025
MANIFIESTO LITERACCIÓN
Cuando el pasado 25 de enero presentamos el Manifiesto LITERACCIÓN en directo, en el Tiki-Volcano, levantó una importante controversia, y desde luego, no poco debate.
Opinen ustedes mismxs. Hacer
algo es hacerlo todo.
MANIFIESTO LITERACCIÓN:
Mientras la música, las artes gráficas, el arte acción y las instalaciones han evolucionado con la llegada de las nuevas tecnologías, la literatura sigue ahí, anclada a los libros de papel.
No nos parece mal, nos encantan los libros de papel. Sin embargo, para las nuevas generaciones, la música, por ejemplo, ya casi no tiene sentido sin un vídeo que la acompañe. Es así como viaja hoy en día, a través de YouTube y otras plataformas. El arte visual, el arte acción, las instalaciones artísticas también han sido invadidos, habitados por las nuevas tecnologías. La literatura, en cambio, permanece ajena a esta transformación.
Hay que hacer algo.
Por esta razón nuestro manifiesto está formado por el binomio articulado: ¡HAZ ALGO!
Porque hacer algo es hacerlo todo. El objetivo, en este caso es el propio paso, el siguiente paso, un paso tras otro. Uno da un paso y después se viene otro que no teníamos previsto, que no sabíamos a dónde nos conduciría. Y tras 10 o 12 pasos, miramos atrás y no somos capaces de saber cómo hemos podido llegar hasta ahí, qué camino hemos seguido. Un paso tras otro. Haz algo.
Y por otro lado tenemos la improvisación, que no podemos perder nunca de vista. LA IMPROVISACIÓN, que es nuestro instinto de supervivencia elevado a la categoría de arte, llevado al arte. LA IMPROVISACIÓN, que permite que aún sigamos vivos.
Y entre estos dos conceptos, entre estas dos ideas, entre estas dos formas de encarar el día a día, de encarar la vida, de encarar el arte es donde se encuentra LITERACCIÓN. Apoyado en una atalaya sostenida por una idea, tres palabras de acción continua y pausada: SOBRE LA MARCHA.
Con lo cual, no podemos ofreceros, ofrecerles a ustedes algo fijo, un esquema en el que poder alojar vuestros ideales, un esquema a través del cual entender mejor el mundo que os rodea.
No, solo podemos ofreceros desazón, angustia y desánimo. Es así. La desazón, la angustia y el desánimo que invade a toda persona al borde de un precipicio cuando tiene que dar un paso en el vacío, cuando tiene por fin que actuar, que salir, que hacer, ¡ya!. No lo puede dejar para otro momento, hay que hacerlo ya y entonces se nubla la vista y el entendimiento.
Desazón, angustia y desánimo, eso es lo único que podemos ofreceros. Qué lástima haberos hecho llegar hasta aquí para semejante revelación. Pero atención, a esto hay que sumarle un ingrediente: EL VALOR.
Porque para dar un paso adelante sin mirar al abismo que se abre a nuestros pies hace falta valor. Y ese valor es nuestro combustible, ese valor es nuestra gasolina. La primera potencia del mundo eres tú. La primera potencia del mundo somos nosotros. En la literatura, en el arte, en la vida, ese es nuestro manifiesto: ¡HAZ ALGO! Porque hacer algo es hacerlo todo.
-LITERACCIÓN-