Viajar
en el tiempo
a través de tu recuerdo.
Recorrer los minutos
que dejaste vacíos,
huérfanos,
sin sentido.
Viajar
en el tiempo
dando bandazos,
con piedras en los
bolsillos,
aferrado a tres o cuatro palabras
que
acostumbrabas a decir de madrugada
y funcionaban como un
juramento mágico,
un hechizo.
Viajar
en el tiempo
roto,
malherido,
empujado por una
luz,
por una furia deslumbrante
que lleva tu nombre
a
la vista de todos,
prendido en la solapa.
Viajar
en el tiempo con la sola idea
de encontrarte ahí,
en
algún recodo de la memoria,
perdida,
como lo estoy yo.
En
ese momento tal vez me preguntes
cuándo amanece,
dónde
está tu calle,
que deje ya de llover.
Tal vez incluso me
preguntes
si aún te quiero pero cómo no te voy a querer,
si
viajo en el tiempo solo para regresar a tu mirada,
para regresar
al aroma cálido y jugoso de tu boca,
a esas mañanas llenas de
luz
en las que te estiras en la cama
y tu piel es un
desierto blanco,
con sus dunas, sus oasis
y algún que
otro alacrán,
también.
Viajar
en el tiempo
a través de tu recuerdo.
Recorrer los minutos
que dejaste vacíos,
huérfanos,
sin sentido.
Viajar
en el tiempo
a través de tu recuerdo
y regresar
persiguiendo el eco de tu latido,
regresar una y otra vez hasta
que esa sonrisa brille
y brille
y brille por siempre
y
no sea un recuerdo,
esta vez seas tú
la que aparece,
la
que sonríe entre la niebla
y me dice ven, que se hace tarde.
© Max Nitrofoska