jueves, 4 de agosto de 2022

UNA SALIDA

 



Veo una salida, al fondo.
O tal vez sea por ahí por donde entré.
Vete a saber.
Huele mal.

La salida está pintada de rojo.
Un rojo intenso que señala peligro,
que me amenaza,
que me hace dubitar,
temblar,
gelatina entre los huesos.

La salida está rodeada
de señales luminosas,
también,
aunque tal vez se trate de mi propio miedo,
de esas estrellas,
esa cortina de niebla
que se forma ante la mirada
cuando desconoces el camino,
cuando tengo que decidir qué camino tomar y no lo sé.
No parece tarea fácil.

Tú dices,
tú crees,
afirmas que es la salida.
Pero bien podría tratarse
de la puerta por la que entraste a todo esto.
Podría ser,
no digas que no.
Tal vez no exista más que una sola puerta,
de entrada,
de salida,
de vida.
Un sola puerta para todo,
incluso para ir al baño,
la misma puerta que para casarse
o para iniciar un retiro espiritual
o para acceder al vuelo rumbo a Venecia o a Saigón.
Siempre la misma puerta.
Ni una sola señal que te dé una pista
de lo que te espera al otro lado.
Si es que hay algo al otro lado.

La salida está pintada de rojo y tú vas desnudo,
me parece,
tirando las prendas que te visten
a los lados del sendero.

Hay días en que te veo caminar a gatas, confundido.
Otros te muestras erguido, como un faro,
dispuesto a derrochar luz,
a iluminarlo todo con tu aura iridiscente,
con tu mirada que abarca un mundo y sin embargo
se detiene ante esa puerta de salida.
O de entrada.
Ante esa puerta.

Como si en la vida solo hubiera puertas.
Como si en la vida,
en tu vida,
solo se pudiera entrar o salir.
Como si en tu vida no pudiera haber una ventana,
una hilera de ventanas que abres y se airean las habitaciones
y las largas tardes.
Como si en tu vida no pudiera haber
un hermoso sendero bordeado de lirios
y amapolas,
flores embriagadoras que te adormecen
y te cautivan
y te hacen quedarte un ratito más en el campo.
Y llegar tarde a casa.
Y comer a la carrera un bocadillo
porque has quedado con un amigo
o una amiga para tomar un café.
Humeante, el café.
Preciosos, tus amigos.
Preciosas, tus amigas.
Y te encaramas en un montoncito de felicidad
y dices unas cuantas estupideces,
gracietas que hacen sonreír a tu interlocutor
y a ti mismo.

Pasan cosas, en los pasillos.
Pasan cosas en los senderos que llevan a ninguna parte.
Veo una salida, al fondo.
O tal vez sea por ahí por donde entré,
vete a saber.
Huele mal.

Pasan cosas, en los pasillos.
Pasan cosas en los senderos que llevan a ninguna parte.
Pasan cosas
en los senderos
que llevan
a ninguna parte.
Huele mal.
A veces huele mal.
Otras huele a flores y esperanza.

© Max Nitrofoska

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