Cuando
entré en el departamento del amor había un jefe.
Un
jefe es una persona que toma decisiones por ti.
Cuando un jefe
toma una decisión y te la comunica
la tienes que llevar a cabo,
aunque sea en contra de tu voluntad,
aunque te parezca
mal
o ni siquiera te apetezca hacerlo.
Lo tienes que
hacer.
Sin más.
Así es.
Así funciona esto.
En
ese departamento del amor del jefe,
del jefe del amor
latían
corazones en los pechos,
pezones temblorosos,
pinzas
cuadradas que sujetan el deseo.
Con lacitos rosas.
Pero
bien fuerte.
La
gente parecía enamorada
porque el jefe había dicho
que
resulta mejor enamorarse
que rechazar el amor.
Y eso fue
todo lo necesario
para que el artefacto del amor se pusiera en
marcha,
una simple orden desde arriba
y mil corazones
rutilantes bombeando sangre
que te sube a la cabeza,
las
orejas coloradas
y los ojos desvaídos.
Es sangre bien roja
que te inunda,
irriga tu cuerpo
y tu emoción
en
jornada laboral
de ocho a tres.
Se hace difícil atravesar un día sin amor oficial.
No
lo repito:
De ocho a tres.
© Max Nitrofoska