Tú
no sabías que un edificio pudiera ser inteligente.
No tenías
ni la menor idea de eso.
Tú pensabas que inteligente solo
podía serlo una persona,
o tal vez un perro,
algún
delfín del mar Egeo,
pero
jamás un edificio.
Cuando
escuchaste lo del edificio inteligente
te quedaste con la boca
abierta,
mirando al cielo,
como un niño al que le
hubieran revelado
un gran secreto.
Pero
lo bueno de todo esto es que poco después
escuchaste que
también los teléfonos son inteligentes.
Y luego los
semáforos.
Y más tarde un montón de artefactos que te
rodean.
Resulta que todos son inteligentes
y aquí el único
soplapollas inútil y cabestro eres tú,
al parecer.
Creo
que voy a hacerme una tortilla de bacalao,
que llego tarde a la
sesión de noche.
La sesión de noche de algún cine
inteligente,
no te jode.
Voy a ver La cena de los
idiotas.
Ahí, por lo menos, habrá un sitio para mí.
© Max Nitrofoska