En el espacio exterior, e interior, se cuenta que cuando el fotorganismo Bares capta tu imagen, esta queda atrapada en sus cámaras biónicas, dotadas de brillantes lentes focales y potentes objetivos de luz. De modo que tu espíritu se transforma, se transmuta, y acabas haciendo lo que el temido organismo Bares desea. Te roba la voluntad, eso es lo que sucede.
De modo que fui a visitarla para hacerme unas inocentes fotos cara a la promoción de mi próximo libro —ya les hablaré de él, no teman— y acabé hincando la rodilla en el lodo cargado de libros, empuñando un hacha en medio de la gélida noche, atrapado por la tóxica bruma azul del crepúsculo y otras lindezas a las que me arrastró mi voluntad sustraída, expoliada por el organismo Bares.
Ya sé que no me han pedido ustedes consejo alguno, pero no obstante me veo en la obligación de dárselo, más que nada para salvaguardar la integridad de ustedes, y del cosmos en general. Eviten cruzar el asteroide Bares, evítenlo, háganme el favor. Aunque hay que decir que si finalmente deciden ustedes aventurarse en su densa órbita, les van a quedar unas fotos admirables, magníficas, tremendas. Bien visto, quizá les merezca la pena. No sé lo que atesoran ustedes en sus circuitos de voluntad. Tal vez un amasijo informe de sensaciones caducas. Yo no gran cosa. Así he salido.
Que
tengan un bonito día, mis amados seres humanos. Disfrutanka.