Agustín Aguado era consciente de que sus sueños habían caído a simas profundas, abismos insondables ante los que a menudo, al asomarse, perdía la respiración. Quedaba paralizado. Se ahogaba.
Pero Agustín Aguado siempre se consideró un hombre de acción. Debía recobrar la compostura. La autocompasión no iba con él.
Sacó del armario un equipo de buceo que compró de jovencito, hace ya muchos años en el Rastro. Le quitó el polvo y se lo puso. Aquel domingo brillaba un sol de esos que te hacen ver la verdad de frente, sin sombras, sin resquicios.
Agustín
Aguado salió a la calle, en busca de sus sueños. Haz algo.
Foto: Desconocidx
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