Me gusta verte
sonreír resentido y achicharrado,
comer ese atún reseco,
me
recuerdas a una persona que conocí
en un viaje por Asia,
ese
continente lleno de chinos
y orientales,
pero esa persona
de la que te hablo
no es de China sino de Vietnam,
que está
cerca de China pero no es China,
esto es una cosa que ahora la
tienes clara,
pero durante mucho tiempo pensabas, estabas
seguro
de que todo el que tuviera ojos rasgados
y piel
amarilla era de China,
al poner etiquetas te quedabas
solo,
dueño de la certeza,
dueño de la ley,
dueño
de la moral ilesa.
Me gusta verte
sonreír resentido y achicharrado,
ver cómo bajo tus ojos se
abre un cielo infinito,
y sabes
que hay un abismo entre
quedarte sentado
e intentar dar el salto,
saltar al
espacio,
moverte despacio,
hipnotizado,
mientras
regresan el puma, el hurón y el camello
al oasis,
el
oasis que imaginaste,
que también es solo una etiqueta,
una
de tus muchas malditas etiquetas,
un poco más húmeda, eso
sí,
y tal vez no esté en Asia sino en algún lugar de
África,
o en el rincón más apartado de tu propia casa,
un
charquito de agua que se te cayó cuando tendías la colada,
ahí,
junto a la nevera,
que por cierto hace un ruido
insoportable,
continuo,
se te mete como un clavo en el
cerebro,
y esto,
solo esto es la música de tu vida,
no
una gloriosa sinfonía,
sino una nevera descompuesta que ni
siquiera enfría,
que forma un charco resbaladizo y tibio,
que
suena como una mofeta,
una molesta corneta,
suena sin parar
y harto ya la desconectas, chack, ¡se acabó!
¡Vete con tu
puto ruido a otra órbita!,
¡a la estratosfera, maldita
nevera!
…
…
Qué silencio…
qué
maravilla…
Me gusta verte
sonreír resentido y achicharrado,
hace como 40 grados aquí,
en
la Tierra,
se me va la cabeza y…
oye, que con 20 grados
y brisa marina también se te va la bola,
no pongas tontas
excusas,
que ahora sin corriente pronto se descongelará el
frigo,
y entonces se formará un buen charco de verdad,
esto
sí será un oasis en condiciones,
lo conseguiste,
todo el
mes de julio metido en Madrid
pensando en Asia
y un charco
en tu cocina
del tamaño del lago Ness,
con su bonito
monstruo y todo,
un monstruo que una mañana se levanta
enfurecido
y te echa a la calle,
te tira de tu propia
casa,
¡adiós amigo!
Me gusta verte
sonreír resentido y achicharrado,
te ves ahora en la puta
calle
a las 12 del mediodía,
40 grados a la sombra
y
empiezas a echar de menos el ruido
de tu paralítica
nevera,
empieza el delirio,
el espejismo divino,
¡vuelve,
vuelve, mayestática cigarra!,
¡sigue, sigue, con tu grácil
graznido!
¡No dejes nunca de rascar el aire
inflamado!,
¡envuélveme con tu manto rasposo y desafinado!
¡Te
amo nevera mía, te amo frigorífico sublime!
Vuelve al hogar,
magnífica heladera,
tu más humilde siervo te espera,
tu
más fiel esclavo venera tus brillantes cubitos de hielo,
tu
blanca escarcha rizada la quiero,
hazme sentir tu nebuloso
aliento.
Te extraño, amada nevera mía,
te necesito
tanto...
vuelve a tu hogar,
vuelve a tu casa,
hazme
sentir el resplandor de tu mirada de neón
y el frío cuchillo
de tu corazón de hielo,
te quiero,
te quiero.
Me gusta verte
sonreír resentido y achicharrado.
Pero no te
acerques tanto.
© Max Nitrofoska
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