Hola, humanoides. En mi libro Radical indefinido hay un relato titulado Androide fragmentado. Trata sobre la fabricación de robots humanoides, sobre sus prestaciones y sus posibles derechos. Sobre sus códigos morales y éticos. Sobre el carácter y temperamento general del individuo androide. Sobre su «humanidad».
Hace un par de años publiqué el principio de Androide fragmentado en este mismo medio. Hoy, día de reyes y obsequios, pueden ustedes leerlo completo en mi página web. A disfrutar.
Foto: Maryge Rosado
Edición: Kristina Olano
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ANDROIDE FRAGMENTADO
Dícese de aquel androide cuyos circuitos se han escindido en dos mitades, que pasan a ser independientes y autónomas.
Esta característica, propia de individuos androides que han sido sometidos a largas estancias entre los seres humanos ha sido objeto de profundos estudios, tanto entre ingenieros en Inteligencia Artificial como entre psiquiatras y neurólogos.
El doctor DeMichaelis, tras años de intensa investigación, sostiene que la fragmentación de circuitos es equiparable a la reproducción sexual humana. La teoría de DeMichaelis creó una gran conmoción, no solo en el mundo científico, sino también en el entorno jurídico, en el que se debatió con verdadero ardor sobre si los androides tenían los mismos derechos como especie que los humanos, si era lícito que se reprodujeran en libertad, sin que la mano y voluntad humanas intervinieran en el proceso.
Lo cierto es que DeMichaelis abrió una brecha a la que se han asomado infinidad de especialistas en la materia, una vasta y apasionante brecha que no deja de alimentar la polémica.
Por otro lado, la escuela austríaca, con el doctor Dragmun como estandarte más visible, establece un paralelismo indisoluble entre la fragmentación androide y la bipolaridad humana. Indisoluble en el sentido —siempre según la citada escuela— en que un ser humano bipolar podría sentirse humano en su polo creciente y androide en el decreciente o viceversa. Asimismo, un androide fragmentado sentiría palpitar sus circuitos como una persona en la fase roja mientras que en la fase verde serían estos mismos circuitos replicantes los que tomarían el control del organismo.
Es necesario señalar que el doctor Dragmun sufrió un severo accidente, buena parte de su esqueleto quedó destrozado y le fue sustituido en los sucesivos años por piezas de níquel y titanio, el llamado nitinol, una aleación con memoria de forma que revolucionó el mundo de los implantes biónicos. Dragmun se convirtió en uno de los pocos cíborgs absolutos que existen a día de hoy en el mundo.
Desde su nueva condición de cíborg absoluto, el doctor Dragmun fue elevando una teoría de comunión humano-androide que en ciertos ámbitos perdura hasta nuestros días.
Creemos que sería conveniente definir, para nuestros lectores menos familiarizados con esta temática, lo que es un cíborg. Para ello echaremos mano de la Wikipedia, en la que leemos: «Un cíborg es una criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos, generalmente con la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de la tecnología».
Dragmun considera que el ser humano tiende hacia, digamos, el androidismo, tiende a convertirse en un cíborg cada vez más absoluto, un ser mecánico y digital que deje atrás la molesta tara humanoide de la enfermedad, la decadencia y la muerte. En ese camino imparable de androidización, iremos sustituyendo, al ritmo que la tecnología nos lo permita, nuestros débiles y corruptibles órganos humanos por perfectas réplicas en nitinol.
En palabras del doctor Dragmun: «Este proceso ya lo estamos viviendo hoy en día, donde multitud de personas, de seres humanos llevan instalados en sus cuerpos marcapasos metálicos, o tibias de titanio, o brazos de fibra articulada, o diminutas piezas adosadas en ojos y oídos, incluso corazones 100% artificiales. Pero como ustedes sin duda no ignoran, esto es solo el principio. En unas decenas de años los seres humanos estarán formados en su gran mayoría por elementos mecánicos, mucho más resistentes y de mejor calidad que los propios componentes orgánicos humanoides. Y en un siguiente paso evolutivo, estamos hablando de siglos, tal vez milenios, desaparecerá por completo, por resultar obsoleta, la parte orgánica. Un ser humano será entonces totalmente mecánico. Y esta es la paradoja que dominará nuestro mundo futuro: ¿seguirá siendo entonces un ser humano, "humano"?».
Los opositores de Dragmun han argumentado que el procesador central de estos Seres Humanos Robotizados, como llaman ellos a los cíborgs, sigue siendo el cerebro, con lo cual estamos hablando de seres humanos en todos los sentidos. La prestigiosa ingeniera en IA Tania Kozlova, una de las más visibles rivales de Dragmun en la arena científica dice al respecto: «Si una criatura, por muchos ciberimplantes que tenga es movida por el cerebro humano, estamos hablando de una criatura humana, y punto, señores, y punto, y en el otro extremo tenemos a los robots, movidos por cerebros mecánicos, cerebros mecánicos que nosotras hemos construido, ¡que nosotras hemos programado! ¿Y cómo va a tener libre albedrío una máquina en la que hemos programado hasta el más ínfimo detalle y a la que hemos dotado de todos los controles de seguridad pertinentes?».
En un plano práctico, estas divergencias de opinión resultan esenciales para determinar los derechos y obligaciones de los androides, no solo laborales, sino como individuos, como «personas» que viven e interactúan en nuestra comunidad. Para determinar según la jurisprudencia planetaria si los androides deben ser considerados miembros de pleno derecho de nuestra sociedad o por el contrario deben ser utilizados como esclavos, herramientas a nuestro servicio.
Se da la circunstancia de que la fragmentación androide se completa con más celeridad e insistencia, y también con un mayor derroche fotónico en primavera. Al parecer, la primavera no solo altera la sangre, sino también los circuitos biónicos.
Y es sobre este hecho indiscutible sobre el que han ido edificándose algunas de las más sólidas teorías de la integración hombre-máquina, que ha desembocado en conclusiones antagónicas, irreconciliables y hasta enfrentadas.
«Si la primavera es capaz de alterar el comportamiento de un androide, de una criatura-máquina, estamos aceptando que no todo su carácter, no toda su esencia está incluida en los circuitos que nosotros le implantamos. Estamos admitiendo que algo escapa a nuestra minuciosa programación», dijo al respecto el doctor DeMichaelis en el prestigioso congreso sobre IA que se está celebrando estos días en Malta.
«Y si aceptamos que la primavera altera nuestras minuciosas y avanzadísimas programaciones —aseveró DeMichaelis—, debemos también aceptar, mal que nos pese, la posibilidad de que los planetas, la astrología, sí, señores, la astrología, esa quimera del ocultismo, pueda ejercer cierta influencia sobre nuestras creaciones robóticas».
Llegados a este punto no podemos pasar por alto las muy populares teorías de la doctora Grandes. La doctora Daisy Grandes nació y creció en la estación espacial Gordon-Moore, que a día de hoy sigue albergando la más importante reserva de androides nonatos. La gran mayoría de los androides que se mueven por nuestra galaxia han dado sus primeros pasos en la estación espacial Gordon-Moore, donde antes de que incontables y alambicados ramales de parámetros y programaciones les sean introducidos, deben pasar un período de 15 días de prueba, de vida bajo vigilancia.
La doctora Daisy Grandes, hija del célebre matrimonio Grandes, reconocidos expertos en IA, tuvo la ocasión de asistir, desde niña y hasta muy avanzada su carrera médica al alumbramiento de numerosos modelos de androides. Y como detalla en su famoso tratado El nacimiento androide y los planetas, observó que los androides nacidos, pongamos por ejemplo, en el mes de enero, respondían a unos caracteres similares a los capricornio humanos, así como los nacidos en agosto se asemejaban a Leo. Dicho en otras palabras, la gran aportación de la doctora Grandes a la industria IA y al conocimiento robótico en general consiste en haber advertido que la disposición de los planetas, la astrología, ejerce una notable influencia —siempre según la doctora— si no en el comportamiento, que vendrá determinado por la programación establecida y los códigos morales y éticos implantados, sí en el carácter y temperamento general del individuo androide.
Hay quienes sostienen que este hecho, investigado y detallado en profundidad por la doctora Grandes, es la confirmación irrefutable de que los androides, las máquinas, son semejantes a las personas, con su misma, idéntica evolución, tocados por la primavera, el amor y otras pulsiones humanas.
Si desean ustedes ampliar sus conocimientos sobre este apasionante tema no deben pasar por alto el best seller planetario Gran carta astral comparativa humandroide. Les aconsejo su lectura. Doctora Daisy Grandes en Editorial Yupitēr.
Se me hace imprescindible retomar el pensamiento del doctor Dragmun. Les ofrecemos algunos extractos de la conferencia que ha pronunciado hace apenas unas horas en el congreso de Malta:
«Si creamos máquinas que nos superan en el plano intelectual, ¿cuál es el lugar de los humanos?».
«Un poco de humildad, se lo ruego: el ser humano no es más que un eslabón en la evolución de la vida, un eslabón al servicio de vidas superiores».
«Los científicos que construyeron la bomba atómica eran perfectamente conscientes de las posibles consecuencias que tendría su invento, su obra. No obstante investigaron con ardua determinación, al parecer para parar el avance del nazismo. Pero tras la muerte de Hitler continuaron trabajando incluso con más empeño. La gran mayoría de aquellos científicos no reflexionó en el daño que su creación tecnológica iba a causar, los dominó la necesidad de mostrar al mundo su enorme capacidad intelectual».
«Lo volverán a hacer. Construirán máquinas que acabarán con nosotros».
¿Y qué opinan los propios androides de todo esto? Buena pregunta, mis amados seres humanos.
© Max Nitrofoska
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