A
cada paso que das a mi lado
los paisajes crecen,
y suben,
se hinchan como globos
en los atardeceres de agosto,
cálidos y tan dulces
en el recuerdo de tus ojos.
Aquellos
días de verano
te prendías al cuello
de mi camisa
y
escalábamos peldaños
en nuestro mutuo amor
de tanto
mirarnos
a los ojos.
Y
brillan,
tus ojos brillan.
Quieres,
deseas inundar
el aire
con esa mirada
que es un abismo
por el que
yo me asomé alguna vez
y ahora ya no tengo regreso,
me
quedé ahí,
prendido a esa mirada
que me atraviesa y me
enciende
y me apaga a la vez.
Me diluye
en un dulce
viaje a través del tiempo
y el espacio.
Me
envías una señal en morse
desde tus coordenadas.
Y yo te
creo.
Cómo no voy a creerte,
si sigo ahí.
Hay
que favorecer
los abrazos coaxiales.
© Max Nitrofoska