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viernes, 29 de noviembre de 2024
miércoles, 27 de noviembre de 2024
EN DEFENSA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO
lunes, 25 de noviembre de 2024
CENTAURO
El centauro mecánico avanzaba con un movimiento torpe y chirriante sobre la carretera polvorienta. Los restos de la civilización se apilaban a ambos lados, símbolos de una era vertiginosa que ahora era solo un eco, una distorsión oxidada en el paisaje de la memoria. Anuncios caídos y todo tipo de vehículos abandonados se erguían como ruinas de un imperio que alguna vez soñó con ser eterno, pero cuyo brillo se había ido apagando con una lentitud inexorable.
El centauro tropezó con un cartel desencajado, apoyado contra un grupo de surtidores: «LA MEJOR GASOLINA DEL MUNDO». Su protocolo, un remanente absurdo de algún tipo de propósito pasado, lo incitó a comprobar si quedaba vida humana. Sus sensores, corroídos por el óxido, sabían que no habría nada, pero aún así el programa siguió su curso, atrapado en el eco lejano de un deber obsoleto. Avanzó con pesadez hacia el local principal. La máquina de refrescos, volcada y rota, derramaba un líquido denso y pegajoso de forma casi poética, como lágrimas que se negaran a secarse en el polvo.
—Fantástico —murmuró el centauro al tiempo que un papel arrugado se enredaba en sus patas. Una nota que decía: «pan, huevos, César se fue sin pagar». El centauro observó la nota, incapaz de comprender cabalmente la simplicidad de su significado.
En el interior, un ruido sordo llamó su atención: una radio aún encendida susurraba fragmentos dispersos de jazz que se filtraban a través del zumbido, como el murmullo de un alma extraviada. La música, esa cadencia chirriante, flotaba en el aire como el sonido de un pasado que se negaba a morir. Una idea absurda recorrió los circuitos del centauro: ¿podría bailar? Sus patas de metal no estaban hechas para el baile, para la gracia del ritmo, sino para la pesada marcha hacia adelante, una marcha sin rumbo y sin final. Pero, por alguna razón, movió una de sus patas traseras. Luego otra. Un gesto torpe, carente de toda gracia. Nadie lo vería, nadie estaba allí para juzgarlo.
—Bueno, esto es lo más parecido a una fiesta que he tenido en… —la frase se apagó, el intento de calcular un tiempo inabarcable se disolvió en los engranajes de sus circuitos. Pero el centauro seguía ahí, oxidado, bailando entre escombros, cruzando la melodía de un mundo que ya no tenía sitio para él.
Tras unos minutos se detuvo. La profunda soledad de su propia figura proyectada por las sombras inundó el espacio derruido. Dio media vuelta para dejar atrás la gasolinera, pero algo parpadeó en el fondo del local. Una luz diminuta titilaba en la penumbra: una pantalla que parecía aún viva. Se acercó. En ella, un mensaje decía: «INICIAR NUEVA VIDA». El centauro sintió una punzada de duda en sus circuitos. Una nueva vida. ¿Qué podría significar eso? No existían los nuevos comienzos. No para él. Sin embargo, su garra de metal se movió casi por voluntad propia y presionó el botón.
El centauro emitió un chirrido que, de haber existido aún seres humanos, podría haberse confundido con una risa seca y hueca. Se dio la vuelta y miró hacia el horizonte. Más allá, los escombros se extendían hasta donde se perdía la vista. Sus sensores captaban en el viento polvoriento que soplaba sobre la carretera una especie de mensaje, algo que solo podía entender en fragmentos.
Esta vez, sin embargo, no avanzaba como un simple testigo de la decadencia. Algo se había activado en sus circuitos, una chispa diminuta, una mínima cadencia que lo alteraba todo. Podía seguir bailando aunque no hubiese nadie para mirar. Podía seguir buscando aunque no hubiese nada que encontrar. Quizá el mundo nunca recuperaría su brillo, quizá la humanidad no volvería, pero el centauro avanzaba con la vaga certeza de que la esperanza no residía en encontrar respuestas, sino en el simple acto de continuar, de desafiar el vacío con su avance mecánico.
El sol se deslizaba hacia el horizonte, pintando el cielo con tonos sombríos de oro y violeta, y por un momento, el centauro comprendió que el sentido de lo que le rodeaba, de él mismo, residía no en el destino final, sino en una infinita sucesión de gestos insignificantes, en la resistencia al estancamiento. Tal vez, solo tal vez, esa persistencia era lo que daría forma a su vida, sentido a su camino.
Y así, con el último rayo de sol reflejándose en su oxidado cuerpo de metal, el centauro avanzó hacia el horizonte. La carretera seguía siendo la misma, pero algo en él había cambiado: ya no solo marchaba, sino que exploraba, guiado por la convicción de que, a pesar de todo, había algo que aún merecía ser encontrado.
¿Y qué es lo que aún merece ser encontrado? Eso ya usted mismo, estimado organismo lector.
©Nitrofoska
sábado, 23 de noviembre de 2024
SERES NO HUMANOS
miércoles, 20 de noviembre de 2024
lunes, 18 de noviembre de 2024
NITROFOSKA EN ÓRBITA DIVERXA ¡¡¡FOTOS!!!
domingo, 17 de noviembre de 2024
viernes, 15 de noviembre de 2024
miércoles, 13 de noviembre de 2024
¿DE DÓNDE VIENE EL NOMBRE NITROFOSKA?
lunes, 11 de noviembre de 2024
domingo, 10 de noviembre de 2024
sábado, 9 de noviembre de 2024
ARIADNA
Ariadna despertó una mañana con una estructura cristalina brotando de su cabeza. El casco parecía un coral transparente y frágil, pero al tocarlo, sintió la resistencia metálica de sus propias obsesiones. Los médicos del Instituto de Psicología Cuántica le informaron que se trataba de una emanación neurocristalina, una proyección física de su mente: pensamientos demasiado intensos, atrapados y sin salida, habían encontrado un modo de solidificarse.
La estructura crecía, ramificándose en espinas y microtubos que extraían sus memorias sin su consentimiento. Los pensamientos reprimidos, los recuerdos periféricos y las emociones larvadas pasaban por esos canales, descomponiéndose en moléculas psíquicas que, al salir, se evaporaban como humo sutil, un residuo de recuerdos obsoletos.
Al cabo de unos pocos días, el casco era
tan extenso que apenas podía sostenerlo. Pero algo la detuvo cuando
pensó en extirparlo: la estructura cristalina ya no era un parásito.
Era un órgano, una prótesis de su propia memoria.
A medida que el casco cristalino seguía creciendo, Ariadna percibió algo insólito: ciertos recuerdos que antes apenas le llegaban como sombras difusas, comenzaban a definirse con una precisión inquietante. A través de las agujas de cristal que sobresalían de su cabeza, captaba imágenes con una claridad asombrosa: su niñez olvidada, rostros de desconocidos en calles que jamás había pisado, fragmentos de conversaciones que no recordaba haber oído.
El casco, en su evolución, había desarrollado una capacidad inesperada: no solo canalizaba sus pensamientos reprimidos, sino también los pensamientos de otros, como si fuera una antena sensible a la memoria colectiva. ¿Acaso sus propios pensamientos habían perforado una membrana psíquica común, un almacén de experiencias compartidas?
Las voces, al principio apenas audibles, fueron aumentando en intensidad. Cada día, Ariadna escuchaba más claramente pensamientos ajenos, retazos de sueños, ansiedades eufóricas o tristes. Tras dos semanas, la cacofonía mental era incesante, un oleaje incontrolable que invadía su mente y erosionaba sus propios recuerdos. Intentó distinguir su identidad entre las infinitas voces, pero sentía que se desdibujaba, que su ser se disolvía en la maraña psíquica que crecía dentro del casco.
La última noche, cuando ya no soportaba el peso del cristal ni la tormenta de pensamientos, dejó de resistir. Se dejó caer en el flujo de memorias como quien se abandona al sueño. Sintió cómo su yo se expandía, perdiendo sus límites, disolviéndose en una red de conciencias que parecían eternas. De pronto, se dio cuenta: el casco no había sido un castigo ni una enfermedad, sino una invitación.
Ariadna ya no existía como individuo. Su identidad se había fusionado con el torrente mental colectivo, un océano de pensamientos sin orilla. Desde entonces, quienes pasan por el Instituto de Psicología Cuántica juran escuchar un susurro en el aire, una presencia difusa, como una voz que te llama desde dentro de tu propio pensamiento.
jueves, 7 de noviembre de 2024
martes, 5 de noviembre de 2024
¡¡ CURSO-TALLER PRESENCIAL DE PERFORMANCE !! ¡AHORA! ¡YA!
¡Hola, humanoides! Ya queda poco para el curso-taller presencial de Margarita Aizpuru en La Neomudéjar. Del 6 al 10 de noviembre.
➡4 de los proyectos realizados en el curso serán elegidos para formar parte del CICLO PERFORMANCE GÉNERO Y FEMINISMO a realizar en la Neomudéjar.
¡Apúntense, quedan las últimas plazas!
«PERFORMANCE, GÉNERO Y PRÁCTICAS FEMINISTAS» es el título genérico del nuevo curso-taller presencial de Margarita Aizpuru.
Coordenadas:
➡Museo la Neomudéjar, c/Antonio Nebrija s/n, perpendicular Avda. de Barcelona, Madrid, metro Atocha.
➡ 5 días, 3 horas al día, de miércoles a domingo.
lunes, 4 de noviembre de 2024
sábado, 2 de noviembre de 2024
¡HOY! ¡ESTA NOCHE!
Con una decoración única, inKLUB se convertirá, durante 7 horas terrestres 🌏, en una NAVE ESPACIAL única, a través de la cual accederás a un universo inédito lleno de CRIATURAS GALÁCTICAS y seres del espacio exterior, con una sola misión: pasarlo fenomenal en un lugar de respeto y libertad, celebrando la diversidad.
El androide Max Nitrofoska realizará una de sus performances a las 12:30h en la planta principal, y una segunda perfo en la planta baja, las mazmorras de la nave, a las 2:30h. ¡Venirse!
TICKETS en este ENLACE