Imagen: Kristina Olano, KRISPO
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derroche,
acción,
derroche de acción
bordea la cornisa
sin escape,
como liebre escondida
entre la maleza,
pies desnudos por la hiedra
que crece con fiereza,
crece, crece,
casi crece
y a veces sonríe en la niebla
cuando tú apareces,
y es que tu sonrisa lo ilumina todo,
hasta los gallos abrasados por el desorden,
hasta el desorden abrasado por cuentos inacabables
que sin embargo,
un día,
terminan y te encuentran
tendida en la cama, con las manos entrelazadas bajo la nuca,
rodeada de pájaros, siempre,
siempre donde estás tú hay pájaros
volando en el cielo,
y aletean,
sonríen,
y el día es inmenso
y el mundo es pequeño, te cabe en una mano
y tiemblo solo de pensar
que en un momento voy a verte,
y te veo,
y es entonces cuando la comisura
de la liebre
derrocha acción
entre la maleza
abrasada por los gallos
de crestas rojas
y olas rojas
y mentes rojas
y excusas rojas
y rojas palabras que no cesan de repetirse
mientras los relojes se alojan en tu cabeza,
cuántas cosas inútiles en tu cabeza,
cuánto tic-tac inútil en tu cabeza,
deja, deja, deja de contar los minutos,
si total tienen todos 50 o 60 segundos
o alguno más pero esos no cuentan,
como tus besos en invierno,
secos, oscuros, traviesos, pero no,
solo oscuros,
y cesan,
en la noche,
en la oscuridad
de tu pelo,
y callan
los pájaros,
esos pájaros que nunca callaban
callan ahora
y no lo entiendo,
no lo quiero entender
y miro a otro lado, al verano,
al verano de al lado,
al verano que quema,
al sol que abrasa,
al aftersun que brilla en la arena
y me deja las manos pringosas
porque es grasa,
es grasa para que la piel no sufra,
dicen,
me dijeron,
creo que para eso sirve
embadurnarse de grasa,
embadurnarse de cien cosas su-per-fi-ciales
y te hundes,
ahora ya sí el mar te cubre
y yo asustado pensando que te ahogas,
que esta vez sí que te ahogas
de tanto esperar que suceda,
que los pájaros vuelvan a cantar en tu ventana
y en la mía, que es la misma ventana
por donde veo el mundo
que gira, enloquecido,
blandiendo estandartes de colores vivos,
banderas
escudos
violetas
amapolas
incienso y opio
en la cripta donde te adoro,
donde te quité esa falda de color rojo y oro
por primera vez
y me la comí mientras fumabas
los codos en la ventana,
qué rica estaba
aquella falda,
aquella blusa también
pero la falda estaba mejor,
mejor planchada,
perfumada con jazmines,
como tus manos
de dedos firmes,
de dedos largos
que acarician
y acarician
y acarician
y a veces hasta creo que me desmayo
de las oleadas que me provocas, niña,
con tus pájaros violetas,
tus mañanas de tortilla francesa,
esos balcones con tiestos y cenefas,
aquella bonita camiseta
que escapa de la demolición
como la fruta fresca,
que escapa de la podredumbre
porque tú la pintas de fresa,
que escapa del aroma inmune
cuando entras tú en la fiesta,
que escapa de un sinfín de laberintos
que se tuercen,
se complican
en tinglados de hierro oxidado,
muy oxidado,
que te miran con sorna cuando te atraviesan el vientre,
y duele,
duele pero escapé,
pienso,
escapé de aquella como de tantas otras
y los pájaros siguen ahí, siguen y siguen y siguen ahí,
cantan, pían, remueven los arbustos,
picotean lo que tengan que picotear
y se van a otro lado,
frescos, los pájaros siempre están frescos,
picotean como si nada
y si se pone a llover se guarecen
en el hueco de un árbol,
ahí, ahí, en el hueco de ese árbol donde anidan
los más hermosos pájaros es donde te veo a ti,
donde estás tú,
donde vives,
y quiero vivir yo también junto a ti,
aunque igual ya ni siquiera hay pájaros
y me los he imaginado yo
o los hemos imaginado los dos
o los ha imaginado el androide supremo
o ni siquiera son pájaros,
dice alguien
ahí,
desde el fondo,
siempre hay alguien que opina cuando dices algo
y se queda tan anchx,
llevas toda una vida pensando en pájaros
y en violetas
y en escamas
y en susurros de hielo
y viene alguien y opina y te lo tumba en un momento
o no
que si los pájaros no existen
o sí
que si los pájaros no vuelan
sobre tus caricias,
que si los pájaros destapan
tus arañazos,
que si los pájaros
son siempre los que muerden,
los que minan el tiempo,
los que sonríen al clavar el puñal,
los que elevan el vuelo y te dicen
algo en inglés
o en francés
o en chino,
en realidad no importa
porque nunca entendiste a los pájaros
y ahora, al escucharte hablar
pareces un experto en pájaros,
ornitólogo mayor del reino
hablando de plumas y vuelos,
solo lo intento,
está bien, inténtalo,
pero poco, pero casi,
no nos rompas la cabeza a todos
con tanta paloma,
con tanto mirlo,
que los demás no sabemos
cómo es su plumaje,
dónde está su nido,
aquí lo que vuela quema gasolina, amigo,
lo que nos gusta
son aviones que despegan furibundos,
motores de explosión y llamas de acero,
nos gusta que sea así, ¿entiendes?,
no nos vengas con tu alpiste, tus trinos
y tus huecos en los árboles,
¿pero qué árboles?,
los árboles no existen,
nadie los ha visto,
y si alguien los ha visto
ya no los recuerda,
y si los recuerda es porque los vio en un documental o en la tele
en color, en dolby,
como marca la ley,
porque allí afuera hace frío, y viento, y no se puede estar,
no se puede amar ni sentir,
lo sabes bien,
allí afuera vive el monstruo de la libertad,
la peligrosa libertad que huele fuerte,
la trampa libre que nos muestra
como un canto de sirena,
que es posible la ilusión,
la libertad,
que es posible el sueño continuo,
la libertad,
que somos capaces de alcanzar el horizonte,
la libertad,
que nada está tan lejos como se ha dicho,
tan lejos o más que la muerte,
que es el fin
o no
la muerte
no
tu ausencia
sí,
es el fin
para mí,
sin tus pájaros,
sin tus cantos,
sin los días apretados
que terminan sin haber empezado apenas,
casi te veo,
en la penumbra,
y canto,
canto casi entre las velas,
canto casi entre las sombras
y los vuelos
y las sonrisas que brillan,
la tuya,
en mil reflejos de arroz entre tus labios,
sobre tus párpados,
sobre tu pecho de fuego helado,
sobre tus caricias y tus manos,
tus arañazos,
tus besos dorados
y el intenso deseo
de que tus pájaros estén allí todavía
y canten una vez más
para ti,
canten una vez más para mí,
canten una vez más para los dos
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