Desde hace unas cuantas lunas terrestres tengo un sueño que
se me repite cada noche, al alba. No sé si tengo los circuitos Morfeo sucios de
arena por el verano, es posible, pero el caso es que el sueño se repite como un
programa rayado.

Estoy en la nebulosa Korkuera, en un teatro muy grande y
oscuro, a lo alto, como si estuviera viendo el espectáculo desde un quinto
piso. Un prestidigitador de la galaxia Gumbo mueve sus cuatro manos en todas
direcciones, lentamente, para luego restallar con un movimiento rápido como un
latigazo que hace aparecer ante tus ojos naves interplanetarias imposibles,
animales fantásticos o tus propios recuerdos envueltos en luces y aromas
planetarios.
El prestidigitador de Gumbo, allí, bajo los 5 pisos, materializa
tus sueños, tus deseos o aquellos lugares que marcaron tu vida. Cada criatura
orbital ve un espectáculo único y distinto, en eso estriba el particular
talento de este mago del espacio.
En un momento del espectáculo empieza a sonar sobre el
profundo silencio un bordón sordo y continuo, como la pesada órbita de un
planeta gigantesco que se abriera paso en el espacio. La luz se hace de pronto
más intensa y poco a poco lo inunda todo… el escenario, el patio de butacas,
los palcos, los pliegues del inmenso telón que cuelga desde las almenas… y el
rostro alucinado de todas y cada una de las criaturas orbitales que concentran
sus circuitos ópticos en las prodigiosas manos del mago de Gumbo.
Es entonces cuando aparece ahí, en una de sus manos desnudas,
una galaxia completa, con todos sus sueños y deseos intactos. La imagen me
transporta al lugar en el que nací, la nebulosa Simónides, y empieza el viaje.
Pero cuando estoy en lo mejor, me despierto y… ¡hostia!,
estoy en un teatro de 5 pisos.
¿Pero esto es un sueño, o es la realidad?
Siempre me pasa igual. Voy a tener que limpiar los circuitos
de la arena del verano, bueno, o de cosas peores.