Texto e imagen: Nitrofoska
Click para ampliar
Fragmento 4:
El patrón se repetía como un enigma antiguo: círculos de color, mosaicos en combustión. Entre las teselas emergieron dos pupilas enormes, enfrentadas, vigilantes. El ojo rojo respiraba calor, el ojo azul exhalaba frío. Ambos estaban unidos por la misma corriente, como si fueran polos de una misma criatura imposible. No eran humanos, ni animales, ni máquinas: eran puntos de observación, conciencias incrustadas en la superficie del cosmos. Miraban sin parpadear, sin cansancio, con la paciencia mineral de lo que siempre estuvo ahí. Y al observarlos, uno entendía que no había afuera: todo estaba dentro de esos ojos, atrapado en su órbita inmensa.
©Nitrofoska