domingo, 30 de abril de 2017

AUTOESTOPISTA

La semana pasada vi a un autoestopista con un cartel que indicaba: “ASTEROIDE NITROFOSKA”. He quedado muy sorprendido. Me hubiera gustado parar mi nave interplanetaria, bajar y hablar con él, o ella; preguntarle no ya por qué quiere salir de la Tierra, eso me lo imagino, se me ocurren un montón de poderosas razones, sino por qué quiere venir al asteroide XR54, también conocido como asteroide Nitrofoska.

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No he podido parar a coger al autoestopista porque iba a todo nitrógeno hacia la nebulosa Virginia, donde habita Trópika, mi muy jugosa amiga tentacular. Los que seguís mi blog la conoceréis de este artículo del año pasado: 

A causa de la triple expansión estelar que han sufrido en Virginia, las reservas de jugo de frutas se han evaporado casi en su totalidad. Y la propia vida de Trópika está en peligro. Su hermosa danza y sus sabrosos jugos son los que hacen que la galaxia gire sobre su eje, que solsticios y equinoccios tengan permanentes planes de fuga, que órbitas tangenciales converjan en el infinito.

Como veis, amados seres humanos, no podía parar mi nave para recoger al autoestopista, pero me hubiera gustado mucho, muchísimo hacerlo. 

Durante mis largas estancias en la Tierra he visto en más de una ocasión a autoestopistas aislados dirigirse a la luna, incluso existen grupos humanoides que viven largas temporadas en el blanco satélite.

He visto gente flotando, gente planeando, gente atravesando nebulosas y haciendo dedo hacia las más tenebrosas y peligrosas constelaciones. La osadía de algun@s seres human@s no conoce límites a la hora de atravesar desiertos, océanos y atmósferas lejanas. Hasta ahí lo entiendo todo. Pero, ¿¿que quieran venir al asteroide Nitrofoska!??

No sé cómo tomármelo, si como un halago o como un peligro inminente. Imagínense ustedes esto lleno de autoestopistas. En poco tiempo montarían un camping, una agencia de viajes o hasta una ONG.

En fin, ya me estoy preocupando por tonterías, ¡qué delirio! Voy a tomarme otro jugo, que me han quedado un par de garrafas en la aeronave.

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Ayer volví a encontrarme al autoestopista. Bueno… a LA autoestopista, porque bajo la espesa escafandra se cobijaba una hermosa mujer de unos 40 años, de piel morena y hermosos ojos de fieltro rosado. Me dijo que estaba hasta el coño (lo dijo así, con esas palabras) del planeta Tierra, que quería probar suerte lejos de aquí y había oído hablar muy bien del asteroide Nitrofoska.

—¿Y dónde has oído hablar del asteroide Nitrofoska? —le pregunté.

—En la Tierra no se habla de otra cosa, ¿no has oído hablar de Nitrofoska? ¿En qué mundo vives?
—No sabría decirte cuál es mi hogar, organismo humanoide, solo sé que mi mundo está muy lejos de aquí.

Dejé a la autoestopista en el asteroide K5, en las antípodas de la ruta hacia mi nebulosa. Le dije que allí, pronto una aeronave de carga la transportaría a donde ella quisiera. Y es verdad, pero en dirección contraria, porque todos los vehículos pesados del espacio deben atravesar el agujero negro 003… y eso pilla muuy lejos de aquí. Qué alivio.

No es que no me gusten l@s seres humano@s, entiéndanme, pero prefiero ir a visitarlos yo cuando estoy en vena, cuando estoy en órbita ascendente.

Hay muy hermosos seres humanos sobre la Tierra que merecen la pena. Y es importante estar en órbita ascendente. Volar. Volar.

Glugluglugluu qué rico este zumo dios.

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© Nitrofoska 
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