La semana pasada vi a un autoestopista con un cartel que indicaba: “ASTEROIDE NITROFOSKA”. He
quedado muy sorprendido. Me hubiera gustado parar mi nave interplanetaria,
bajar y hablar con él, o ella; preguntarle no ya por qué quiere salir de la
Tierra, eso me lo imagino, se me ocurren un montón de poderosas razones, sino
por qué quiere venir al asteroide XR54, también conocido como asteroide
Nitrofoska.
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No he
podido parar a coger al autoestopista porque iba a todo nitrógeno hacia la
nebulosa Virginia, donde habita Trópika, mi muy jugosa amiga tentacular. Los
que seguís mi blog la conoceréis de este artículo del año pasado:
A causa
de la triple expansión estelar que han sufrido en Virginia, las reservas de jugo
de frutas se han evaporado casi en su totalidad. Y la propia vida de Trópika
está en peligro. Su hermosa danza y sus sabrosos jugos son los que hacen que la
galaxia gire sobre su eje, que solsticios y equinoccios tengan permanentes
planes de fuga, que órbitas tangenciales converjan en el infinito.
Como
veis, amados seres humanos, no podía parar mi nave para recoger al
autoestopista, pero me hubiera gustado mucho, muchísimo hacerlo.
Durante mis
largas estancias en la Tierra he visto en más de una ocasión a autoestopistas
aislados dirigirse a la luna, incluso existen grupos humanoides que viven
largas temporadas en el blanco satélite.
He
visto gente flotando, gente planeando, gente atravesando nebulosas y haciendo
dedo hacia las más tenebrosas y peligrosas constelaciones. La osadía de algun@s
seres human@s no conoce límites a la hora de atravesar desiertos, océanos y
atmósferas lejanas. Hasta ahí lo entiendo todo. Pero, ¿¿que quieran venir al
asteroide Nitrofoska!??
No sé
cómo tomármelo, si como un halago o como un peligro inminente. Imagínense
ustedes esto lleno de autoestopistas. En poco tiempo montarían un camping, una
agencia de viajes o hasta una ONG.
En fin,
ya me estoy preocupando por tonterías, ¡qué delirio! Voy a tomarme
otro jugo, que me han quedado un par de garrafas en la aeronave.
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Ayer
volví a encontrarme al autoestopista. Bueno… a LA autoestopista, porque bajo la
espesa escafandra se cobijaba una hermosa mujer de unos 40 años, de piel morena
y hermosos ojos de fieltro rosado. Me dijo que estaba hasta el coño (lo dijo
así, con esas palabras) del planeta Tierra, que quería probar suerte lejos de
aquí y había oído hablar muy bien del asteroide Nitrofoska.
—¿Y
dónde has oído hablar del asteroide Nitrofoska? —le pregunté.
—En la Tierra no se habla de otra cosa, ¿no has oído hablar de Nitrofoska? ¿En
qué mundo vives?
—No sabría decirte cuál es mi hogar, organismo humanoide, solo sé que mi mundo
está muy lejos de aquí.
Dejé a
la autoestopista en el asteroide K5, en las antípodas de la ruta hacia mi nebulosa.
Le dije que allí, pronto una aeronave de carga la transportaría a donde ella
quisiera. Y es verdad, pero en dirección contraria, porque todos los vehículos
pesados del espacio deben atravesar el agujero negro 003… y eso pilla muuy
lejos de aquí. Qué alivio.
No es
que no me gusten l@s seres humano@s, entiéndanme, pero prefiero ir a visitarlos
yo cuando estoy en vena, cuando estoy en órbita ascendente.
Hay muy
hermosos seres humanos sobre la Tierra que merecen la pena. Y es importante
estar en órbita ascendente. Volar. Volar.
Glugluglugluu
qué rico este zumo dios.
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© Nitrofoska