Texto e imagen: Nitrofoska
Click para ampliar
Su piel era un mapa continuo de circuitos. El rostro no ocultaba nada. Cada línea, cada pliegue, revelaba la ruta de los impulsos. Nunca mintió. Esa fue su condena.
Durante la Purga del Código, los autómatas que no supieron cómo camuflarse fueron desmantelados.
Pero algunos humanos guardaron réplicas.
Ese rostro —ese modelo exacto— fue reproducido en secreto una y
otra vez. Hoy se conserva en cámaras ultravioletas, rodeado de
silencio, culto y nostalgia. Ya nadie recuerda cuál era su función.
Solo que fue hermoso. Y sincero.
©Nitrofoska