Hola, habitantes de la nebulosa. Hace cuatro años puse el punto final al último de los relatos de Radical indefinido. Al día siguiente, empecé un nuevo libro: una novela que llevaba tiempo empujando desde dentro, pidiendo sitio en mi cabeza. Está narrada desde un lugar inesperado: la voz de un gamer, un jugador de videojuegos llamado LocoLoco, que observa el mundo como si cada decisión abriera un nivel oculto o una trampa irreversible.
He convivido tanto tiempo con LocoLoco que ya no sé si lo inventé yo o si, sencillamente, se coló en mi cabeza desde otra pantalla.
El libro está casi
terminado. Ha llegado el momento de empezar a compartir algunos
fragmentos. No solo para mostrar lo que he escrito, sino para que
vayáis conociendo a los personajes que habitan este universo: vivos,
contradictorios, obsesivos, impredecibles. A veces me cuesta
distinguir si están dentro o fuera del juego.
Fragmento del capítulo 4:
EL DUPLICADOR DE INTENCIONES
Yo entonces vivía para mi Duplicador Tangencial, no pensaba en otra cosa, y fue en esos días cuando a través de su ventana pude acceder a contenidos que no existían por sí mismos, que no habían sido programados, ni siquiera diseñados, sino que se modificaban sobre la marcha aprovechando la enorme adaptabilidad de Meta a los movimientos y deseos de sus huéspedes. Fue allí, en esa vastedad de opciones y caminos, donde mi Duplicador Tangencial De Intenciones encontró su propósito. Lo que surgió fue un paisaje nuevo, inexplorado, un espacio donde el Tiempo funcionaba como una variable abierta, un concepto fluido que podía expandirse, contraerse o fragmentarse según las decisiones que lo activaran. Las leyes del Tiempo, antes rígidas, se disolvían en un estado de maleabilidad absoluta, respondiendo con docilidad a los impulsos de cada navegante y transformando cada momento en un experimento vivo.
©Nitrofoska