En una
ocasión atravesé la nebulosa Virginia. Se trata de un túnel cósmico en el que
viven criaturas fantasmagóricas que se alimentan de néctar de sueños y gajos de
esperanza.
Hace
calor en la nebulosa Virginia. El sudor resbala por tu piel y se desliza por la
comisura de tus labios, ese sabor salado que te recuerda al mar de la Tierra.
De
pronto, ante mis circuitos visuales apareció Trópika, una criatura fresca y
tentacular cuyo perfume invadía el poco aire respirable de la nebulosa. Me
ofreció su jugo. Un baño en el mar.