NO
HAY NADA PEOR QUE UNA PROMESA.
Una promesa envenena tu
sangre,
tus pensamientos,
tus deseos.
Los lanza al
futuro,
lejos de tu propio alcance,
sin ruta,
sin
destino.
AHÍ
TE VES,
estancado,
aparcado en una cómoda promesa
capaz
de refrescar cualquiera de las orillas
en las que remojas tus
pies heridos,
tus pies inflamados y cubiertos de espesas
corazas,
tortugas inmortales
que bien o mal
son las
que se pasean sobre tu vientre.
Y cuando ya llevan un par de
horas
mirándote a la cara
te cuentan una fábula
en
esa lengua ancestral que usan
los fines de semana,
las
tortugas.
Cosas que sucedieron hace mucho tiempo.
Te
gusta.
Te gusta escuchar esas confesiones,
a pesar de que
muchas de ellas
llevan una carga de dinamita
adosada en el
vientre.
LOS
QUE SUBEN POR LA ESCALERA
no van del todo vestidos.
No
presentan ninguna anomalía manifiesta,
pero tú ya sabes
que
todo esto ya está en estado de descomposición
avanzada,
que
la escala se desmorona
y tú intentas reparar ahora este
peldaño
y luego el otro pero no hay manera,
el presente
se deshace,
tan solo el futuro reluce a lo lejos,
solo el
futuro parece encerrar algo jugoso,
una promesa, susurras.
Te
brillan, áureos, los ojos.
Creo entrever una lágrima.
Siempre
has sostenido que sabías distinguir
UNA ESCALERA HACIA EL
CIELO
DE UNA TRAMPA MORTAL.
Sin embargo,
son muchas
las veces en que has tropezado ascendiendo
y ya no estás tan
seguro
de que al final del camino
vayas a encontrar ese
hermoso amanecer,
luz de tu promesa.
El karma azul que te
prometieron
mientras te vaciaban el corazón
y los
bolsillos.
Tus pensamientos, ellos,
quedaron atrapados en
una red repleta de mejillones
y otros frutos marinos y
sirenas.
Lo que es seguro
es que olía a pescado.
A
vulva. Persiguiendo ese olor te recuerdo.
Persiguiendo ese olor
intenso
se te ve esfumarte en memorias ajenas,
en fines
de semana narcóticos
que trepan por tu espalda y se te
enganchan al cuello
como un mono epiléptico,
con las dos
manos y sus uñas, y los piececitos,
ellos también hacen su
labor,
porque en lugar de caminar un paso tras otro,
se
te clavan en la memoria
y te hacen dar marcha atrás,
te
vence tu propio peso y basculas,
te desplomas sobre la calzada.
O en la oscuridad de un pozo negro.
ES
SUBLIME LA MELANCOLÍA DE LA PROMESA.
Es nadar sin horizonte.
Es volar envuelto en plata
y neón,
el cielo.
La
promesa
es la que se lleva el premio gordo
solo por
husmear en casa ajena.
Cuánto
mar.
© Max Nitrofoska