Hola, amados humanoides. En mi anterior post os dije que iba a contaros cómo conocí a mi amigo Enrique el valenciano, el que estuvo a punto de quedarse a vivir en la jungla brasileña todo o dia falando de amor.
En aquellos días yo trabajaba en Primera Visión, una agencia de fotografía especializada en la prensa del corazón. Una agencia de paparazzi.
La plantilla estaba formada por dos redactoras, 10 fotógrafos y los dos dueños, que eran asimismo los vendedores de las fotos, los que colocaban los reportajes a las principales revistas de papel cuché.
Yo llevaba ya más de seis meses detrás del tema de la inminente separación de Rocío Carrasco con Antonio David, en aquel entonces marido y padre de los dos retoños de la hija de la tonadillera.
Pocas semanas antes yo había fotografiado y publicado una exclusiva en portada de la revista Lecturas con 5 páginas interiores a todo color. Un reportaje en el que me fui con un iluminador, una peluquera y una maquilladora a la finca de Rocío Jurado (madre de Rociíto) y Ortega Cano en Sevilla. Esta historia se la contaré en otra ocasión, mis queridos humanoides. Lo que les quiero trasladar es que era un tema sobre el que yo andaba muy encima.
Por aquel entonces, el programa estrella del corazón se llamaba Tómbola, y se emitía en directo los jueves desde Canal Nou para la comunidad valenciana y los viernes en diferido para el resto de España. Desde las 19h hasta la madrugada. No tenía fin, ese programa.
En la puerta de la casa de Rocíito nos juntábamos todos los días, sobre el terreno, unos 15 o 20 paparazzi. Les menciono esto para que se hagan ustedes una idea de la cantidad de personas que andábamos detrás de este tema, de algún tema, de cualquier cosa que hiciera Rocío Carrasco. Sacarse los mocos o saludar efusivamente a la cámara, lo que fuera.
Yo sabía, intuía, que el caso de la separación de Rociíto y Antonio David iba para largo, traería cola. Y también me daba cuenta de que era importante que si sucedía algo yo fuera si no el único, sí el primero en enterarme. Para no tener que repartir la pasta con tanta gente, claro está.
Unas semanas antes del caso que nos ocupa, en un bar de copas de Ciudad Humanoide, ya de madrugada, conocí a un tipo que era de Valencia. No sé cómo ni por qué acabamos hablando de aceite de oliva a las seis de la mañana. Quedó en traerme una garrafa, lo cultivaba su familia en una finca que poseían en su tierra, en Levante.
Este tipo, como ya habrán adivinado ustedes, no es otro que Enrique el valenciano.
Se me ocurrió que este amigo, Enrique, podría grabar el programa Tómbola en una cinta VHS. El VHS consiste en un arcaico sistema de grabación de vídeos, estamos hablando del año humanoide de 1999. No existía internet, o por lo menos no como la conocemos hoy en día, y los vídeos había que reproducirlos a través de unas cintas magnéticas del tamaño de un libro.
A Enrique el valenciano le pareció una buena idea, con lo cual, cada jueves por la tarde-noche grababa en una cinta VHS el programa de Tómbola en Valencia y la mañana del viernes, temprano, la colocaba en un bus rumbo a Madrid. Yo recogía la cinta el viernes a las 14h en la parada que entonces había en la plaza de Mariano de Cavia. Disponía de 5 horas antes de que todo Ciudad Humanoide estuviera al tanto de las novedades sobre el tema del momento, sobre el tema a cuyo ritmo bailaba el imaginario más casposo de nuestro país.
Una noche en la que apareció por sorpresa como invitado de lujo, Antonio David dijo en Tómbola que ante la sospecha, la certeza, dijo él, de que Rociíto se la estaba pegando con otro, él había subido hace nada, un par de días en su coche desde Málaga a Madrid, había entrado en la casa conyugal, que en ese momento se encontraba presuntamente vacía y la había registrado de arriba abajo, buscando al posible amante de su aún esposa, o alguna pista, alguna huella de su presencia. «Registré la casa entera, palmo a palmo, excepto la habitación de Vinicius y Milenia, por respeto a ellos».
Hay que explicar que Vinicius y Milenia era una pareja dominicana al servicio de Rociíto. Vinicius era el chófer y Milenia la cocinera y ama de llaves. Yo los conocía de anteriores temas, como el de Sevilla, en que fui a fotografiar a Rociíto. Incluso había estado comiendo con ellos en su casa del barrio de Oporto de Madrid. Arroz con habichuelas, como en la canción. Me contaban cosas.
Cuando escuché esa frase, esa afirmación en el programa de moda, la ecuación apareció clara como la luz de Venus en mi cabeza: si Antonio David tenía la certeza de que el amante de su mujer estaba en la casa y él registró la vivienda palmo a palmo excepto, por respeto, la habitación de Vinicius y Milenia, la última palabra sobre el caso la constituía el testimonio de la pareja dominicana. Porque en esa habitación podían haber estado encerrados mientras Antonio David registraba la casa, la propia Rociíto, su amante y hasta el perro. Todo dependía de lo que declararan los dominicanos. Lo que ellos dijeran constituiría la última verdad del mundo. Dijeran lo que dijeran se trataba de una gran exclusiva.
Eran las 18h del viernes. Faltaba una hora para que Tómbola diera comienzo en Madrid. Llamé a Vinicius. Le dije que tenía que verle «ahora». Cogí el coche y bajé a Oporto. Me encontré con Vinicius en el bar frente a su casa. Le expliqué la situación. Le dije fifty fifty si solo hablaba conmigo. Me dijo ok. Le dije que necesitábamos unas fotos actuales, de hoy mismo, de él con Milenia.
Una hora después, de regreso en el bar de Oporto, tomando un par de refrescos y unas bravas, el móvil de Vinicius arde en llamadas y mensajes de voz. Me lo muestra. Se peta el buzón de voz. Vinicius apaga el teléfono. Todos los paparazzi de Madrid le están llamando.
Pago la ronda, le doy un abrazo a Vinicius y aprieto hacia la agencia, a Primera Visión, a revelar los carretes y redactar la noticia. Llamo a José Bergamín, uno de los jefes.
Una hora después, las fotos y las declaraciones de Vinicius y Milenia sobre el contenido humano de su dormitorio en la casa de los «señores» ya está listo.
Sacamos
una portada del Hola en exclusiva más la noticia en páginas
interiores. Yo me llevé 4 millones de pesetas. Aceite de oliva, sol,
sonrisas y arroz en la albufera. Qué fiesta.
© Max Nitrofoska