Imagen: Nitrofoska
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Papá dijo que era seguro. Que la escafandra tenía filtros nuevos y que los organismos gelatinosos no eran agresivos, solo curioseaban a su alrededor. Pero yo lo vi, vi cómo se movían, cómo vibraban cuando alguien los miraba fijamente. Mamá no hablaba. Se limitaba a registrar. Sus manos extendidas como antenas. Yo flotaba a su lado, fingiendo que jugábamos. Como antes, cuando la gravedad era más clara y el silencio no dolía.
No fue un paseo. Fue un descenso. Algo así como entrar en una memoria ajena. Y al fondo, entre burbujas de gas fosilizado, vimos la primera puerta. Tenía forma de hueso. Papá dijo que no tocáramos nada. Mamá ya lo había hecho.
©Nitrofoska