jueves, 13 de abril de 2023

DEJA DE INSULTAR AL MONO

Foto: Mary Ellen Mark


Me aparto.
Me escondo.
Me escoro.
Me sorbo los mocos.
Me miro al espejo
y digo en voz baja
que tal vez ese rostro que se ve a lo lejos
sea el mío.
Una vez más.

En este circo no faltan los juego de espejos.
Deja de insultar al mono,

tiene tantas manos como tú
y tal vez le quede alguna idea brillante,
aún.

Lo bautizaron en tu misma parroquia,
tal vez se ría con los mismos chistes estúpidos
con los que te ríes tú
los fines de semana.
Es un mono despechado.
Es un mono ojituerto y decadente,
eso salta a la vista.

En un momento dado te propone una adivinanza,
este mono.
Te pregunta verde por fuera espera
y te deja plantado en un laberinto
del que no solo no sabes salir,
sino que ni siquiera tienes una remota idea
de cómo has llegado hasta ahí.

Y entonces te cagas en todos los muertos del mono
y en todas las monas
de las que disfrutaste a oscuras.
Qué mal olían, las tías.

Tal vez este sea el truco,
piensas,
tal vez cerrando los ojos,
a oscuras,
sin tener ni la menor idea de los pasos que das,
sin tener ni puta idea de nada,
tal vez de esa manera consigas salir
del laberinto del macaco.

Porque el mono
representa gran sabiduría, en China.
Y tú te dices que para sabiduría
la que te daría un buen trago de ginebra,
un traguito de gin en la goleta y sales volando, fiuu.
Fijo rebasas los muros del laberinto,
pero por arriba,
por el cielo,
que es por donde transitan los dioses.
Y si alguien puede serte de ayudar en este serio aprieto,
tiene que ser un Dios.

O una Diosa, ojo,
así es que mejor
empezar a volar cuanto antes.

Dale, vamos.
En este circo no faltan los juego de espejos.
Y deja de insultar al mono.

© Max Nitrofoska

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